Capitulo 4

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Lucifer se frustró al oir el tono de su voz, y acudió a lo que mejor sabía hacer para mantenerlo cerca, caminó tras el y lo jaló del brazo.

—No! Tu no vas a ninguna parte!

Alastor giró rápidamente la cabeza, sorprendido por la firmeza con la que Lucifer lo sujetaba. El dolor en su brazo era real, pero el verdadero dolor provenía de darse cuenta de cuán desesperado estaba Lucifer por mantenerlo cerca, a cualquier costo.

— Lucifer que haces?... Suéltame por favor

Lucifer, al sentir la resistencia, apretó aún más su agarre, su mirada oscureciéndose con una mezcla de furia y desesperación.

— No, no te voy a soltar... Eres mío Alastor, y no dejaré que te vayas...

Alastor lo miraba asustado, queriendo escapar, pero el agarré de Lucifer era fuerte, este se dió cuenta del tono en su voz y rápidamente cambió a su tono manipulador.

— Amor, por favor no me hagas esto, yo te amo...

Alastor sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar el cambio en la voz de Lucifer. Ese tono amoroso que siempre fue su debilidad y que conocía tan bien ahora lo llenaba de una sensación de miedo. El miedo de que, una vez más, cedería a las palabras de Lucifer.

— No hagas esto más difícil. No lo soportaría si te fueras. Eres todo para mí, Alastor. No puedes dejarme así.

Alastor sintió cómo su corazón latía con fuerza en su pecho. Sabía que Lucifer estaba jugando con sus emociones, torciendo su amor y lealtad en algo que se sentía más como una cadena que como un vínculo.

— Lucifer no-...

Lucifer lo interrumpió y lo jaló del brazo hasta una vitrina.

— Shh, ven acá... Mira esto... Quiero que mires esto...

Alastor fue arrastrado por Lucifer hasta la vitrina, dónde Lucifer sacó un arma de fuego y la apunto a su propia cabeza.

— Si me dejas te juro que voy a jalar de este gatillo... Te lo juro!

El corazón de Alastor se detuvo un instante al ver a Lucifer apuntarse con el arma. No podía creer lo que estaba presenciando. La desesperación de Lucifer había alcanzado un punto de no retorno, y el terror en el rostro de Alastor era palpable.

— ¡Lucifer, no!

Exclamó, tratando de alcanzar el arma, pero Lucifer dio un paso atrás, manteniendo el arma firmemente en su lugar.

— ¿Ves lo que me haces hacer? No puedo vivir sin ti, Alastor. Si me dejas, no habrá nada más para mí. Nada.

Dijo Lucifer, su voz temblorosa, aunque cargada con la misma manipulación que siempre usaba para mantener a Alastor bajo su control.

Alastor lo miró, horrorizado. En otro momento, esas palabras podrían haberlo desarmado, pero ahora solo le producían una mezcla de miedo. No era la primera vez que Lucifer intentaba usar su propio sufrimiento como un arma, pero nunca había llegado tan lejos.

— Lucifer... no puedes hacer esto.

Lucifer lo miró, sus ojos llenos de una desesperación tan cruda que por un momento, Alastor sintió una punzada de compasión.

— Si me dejas... no tendré razón para seguir —continuó Lucifer,con su voz quebrándose—. ¿Es eso lo que quieres? ¿Verme muerto, Alastor?

Alastor sintió el nudo en su garganta apretarse, su rostro se suavizó, parpadeó varias veces desviando la mirada de el, tratando de contener unas lágrimas que amenazaban con escaparse. Finalmente su mirada volvió a la imagen de Lucifer con el arma en mano.

— No quiero verte así...

Lucifer bajó el arma un poco.

— No me dejes, amor, por favor no, mañana es nuestra boda... No puedes dejarme...

Alastor sintió como su corazón se apretaba al recordar que en tan solo unas horas estarían unidos para toda la eternidad.

La voz de Lucifer volvió a su tono suplicante, pero ahora con una urgencia nueva, una que Alastor no había escuchado antes.

— Alastor, por favor...

Continuó Lucifer, sus ojos llenos de lágrimas, pero con el arma aún en su mano.

Alastor sintió que el aire se volvía más denso, como si cada respiración fuera un esfuerzo monumental. Estaba atrapado entre el amor retorcido de Lucifer y la creciente certeza de que no podía seguir adelante con la boda. Pero ¿cómo podía escapar de la situación en la que se encontraba?

— Lucifer... esto no está bien.

Lucifer, al escuchar esas palabras, dejó caer el arma de su mano. El ruido metálico resonó en la habitación, pero ninguno de los dos se movió. Lucifer se arrodilló frente a Alastor, aferrándose a sus piernas con una desesperación que hizo que el corazón de Alastor se rompiera un poco más.

— No me dejes, por favor... haré lo que sea, cambiaré, seré mejor... solo no me dejes solo.

Alastor, luchando contra las emociones que lo invadían, se inclinó y tomó el rostro de Lucifer entre sus manos. Le dolía verlo así, tan destrozado, o eso era lo que el creía.

— Por favor, amor... solo dame una oportunidad más. Mañana... mañana será diferente, te lo prometo.

Alastor cerró los ojos, el quería desesperadamente salir de ahí, no quería ser amado si se trataba de una forma posesiva y cruel, pero para su mala suerte, su corazón elegía a Lucifer, algo seguía atrayendolo. Miró hacia abajo y lo ayudó a levantarse.

— Levántate, no hagas eso...

— Por favor, mi amor, mi cielo... No te vayas...

Alastor finalmente se rindió y lo abrazó con fuerza mientras que Lucifer se aferraba a el y acariciaba su cabello rojizo mientras sonreía victorioso.

Alastor sintió cómo su resolución se desmoronaba al sentir a Lucifer tan cerca. Algo dentro de él lo mantenía unido a Lucifer, una mezcla de amor, miedo y una esperanza tenue de que las cosas podrían mejorar.

Lucifer, por su parte, sintió el triunfo recorriendo su cuerpo como un veneno dulce. Había ganado una vez más, había logrado mantener a Alastor bajo su control. Pero, al mismo tiempo, sabía que el lazo que los unía se estaba desgastando, que cada vez era más difícil retenerlo. Ese pensamiento lo aterrorizaba, aunque no lo dejara ver. Por eso, su sonrisa era un reflejo vacío de su desesperación interior.

— Gracias, mi amor... —susurró Lucifer, apretando a Alastor contra su pecho, como si al hacerlo pudiera asegurarse de que nunca lo dejaría.

— Por favor no vuelvas a hacer eso... No quiero que vuelvas a apuntarte con un arma así...¿Entendido?

— Entendido mi amor, te amo tanto... Mañana será un mejor día, te lo prometo.

— Yo también te amo...

•El Arte del Engaño•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora