Capitulo 2

121 16 2
                                    

Alastor se quedó frente a la ventana, con las lágrimas secándose en su rostro mientras la oscuridad lo envolvía. Sabía que no podía seguir siendo el juguete de Lucifer, pero también era consciente de lo difícil que sería liberarse del dominio del rey del infierno. Los recuerdos de su relación pasaban por su mente como una película en cámara lenta: momentos de dulzura y pasión, mezclados con la manipulación y el control que Lucifer ejercía sobre él.

"Mañana…", pensó Alastor, dejando que la palabra resonara en su mente. Esa fecha que había estado temiendo desde que Lucifer la mencionó por primera vez, ahora estaba a tan solo unas horas de distancia. ¿Qué podría hacer? ¿Huir? No, escapar no era una opción. Lucifer lo encontraría sin importar dónde se escondiera.

El decidió dejar esos pensamientos atrás, a pesar de todo, él lo amaba con todo su corazón. Lucifer siempre le pedía perdón de rodillas cada que cometía un acto pasado de nivel, en distintas ocasiones lo golpeó y terminó dándose cuenta de que solo así se estaba ganando su desprecio, no le importaba en lo más mínimo, pero debía mantenerlo consigo sí o sí.




. . .



Mientras Lucifer estaba en su oficina, revisando por última vez los papeles del matrimonio, su paciencia se acaba con tan solo mirar su nombre junto al de Alastor en aquel papel.

Lucifer apretó la pluma con fuerza, su mirada fija en los nombres escritos en el documento. Su mente estaba llena de pensamientos contradictorios: por un lado, la satisfacción de finalmente poseer por completo a Alastor, de tenerlo como su esposo y subordinado para siempre; por el otro, la irritación creciente de que algo en el comportamiento de Alastor no encajaba en el plan que había trazado.

Recordó los momentos en que Alastor había intentado distanciarse de él, las veces en que había desafiado su autoridad, solo para que luego Lucifer lo sometiera con palabras suaves y promesas vacías. Pero había algo diferente esta vez, algo que inquietaba a Lucifer. ¿Era posible que Alastor estuviera tramando algo? No, eso era inconcebible. Alastor lo amaba, lo necesitaba. Lucifer siempre se aseguraba de recordárselo de una manera u otra, a veces con cariño, a veces con crueldad.

Se levantó de su escritorio y caminó hacia la ventana de su oficina, desde donde podía ver los vastos terrenos del infierno que gobernaba. La boda estaba preparada para ser un evento grandioso, digno de un rey y su consorte. Todo estaba planeado al detalle, desde la decoración hasta los invitados. Nada podía salir mal, porque Lucifer no lo permitiría.

Y, sin embargo, la inquietud persistía. Lucifer golpeó suavemente el cristal de la ventana con sus dedos, intentando sacudirse esa sensación de descontrol que, aunque débil, comenzaba a arraigarse en él. No podía permitirse dudar, no ahora. Pero había algo en la mirada de Alastor la última vez que hablaron, algo que lo había hecho cuestionar su lealtad. ¿Era solo su imaginación, o Alastor realmente estaba cambiando? Lucifer siempre había confiado en su habilidad para manipular a Alastor, para mantenerlo bajo su dominio, pero ahora esa confianza tambaleaba.

Respiró hondo, intentando calmarse. No importaba lo que Alastor estuviera pensando; una vez que se casaran, cualquier resistencia sería inútil. Alastor sería suyo, en cuerpo y alma, atado por los lazos del matrimonio y el poder absoluto de Lucifer. Sin embargo, la mera posibilidad de que Alastor pudiera estar planeando algo en su contra hacía que la furia de Lucifer burbujeara bajo la superficie.

"Alastor…" murmuró para sí mismo, dejando que el nombre rodara en su lengua como un veneno dulce. "No tienes idea de lo que te espera mañana."

Se giró bruscamente, alejándose de la ventana y volviendo al escritorio. Necesitaba asegurarse de que todo estuviera listo para el gran día. No podía permitir ningún fallo, y mucho menos algún tipo de traición. Su mano se deslizó sobre el papel, firmando su nombre con un trazo rápido y decidido. Mientras lo hacía, sus pensamientos volaron hacia Alastor una vez más.

Lo haría suyo, por completo. Y si eso significaba tener que romper a Alastor para que finalmente se sometiera, entonces Lucifer no dudaría en hacerlo. Después de todo, él era el rey del infierno, y nada ni nadie desafiaría su voluntad, ni siquiera Alastor.

•El Arte del Engaño•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora