Capítulo 8: El Despertar

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El sol se filtraba a través de las cortinas,

la luz suave de la mañana

me despierto con un desconcierto,

buscando en mi entorno

alguna pista, alguna prueba

de que lo que había vivido era real.


Me levanté apresurado,

con el corazón acelerado,

explorando cada rincón de la habitación,

esperando encontrar un rastro tuyo,

una señal de que no te habías ido,

pero solo hallé el vacío,

la fría certeza de una soledad

que no había cambiado desde que te fuiste.


Miré en el espejo,

esperando ver alguna marca,

algún signo de la pasión que compartimos,

pero en su lugar,

solo vi el reflejo de un hombre perdido,

desesperado por aferrarse a un sueño

que nunca fue.


Recordé aquella noche,

como un recuerdo tan vívido

que casi podía sentir tu piel en la mía,

pero al mismo tiempo,

la realidad me golpeaba con fuerza,

recordándome que todo fue un sueño,

una ilusión fugaz

que se desvaneció con el amanecer.


El calendario en la pared,

testigo silencioso de mi dolor,

marcaba el aniversario de tu partida,

un recordatorio cruel

de que te había perdido,

y que esa noche perfecta

nunca existió más que en mi mente.


La tristeza se asentó en mí,

como una sombra que no se va,

y en el silencio de la mañana,

me di cuenta de que el dolor real

era más agudo que cualquier sueño

que mi mente pudiera conjurar.


Escribí un mensaje a tu recuerdo,

agradeciéndote por la noche imaginada,

por el amor que aún sentía,

y por el consuelo efímero

que me brindó un sueño

en un día lleno de desolación.


Y así, mientras el día comenzaba,

me enfrenté a la verdad,

a la realidad de mi pérdida,

saboreando el amargo sabor de un sueño roto,

y abrazando la soledad

que había vuelto para quedarse.

Una Última NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora