Luria

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<<Ahora no te arrepientas>>, repetí en mi cabeza una y otra vez, escondiendo la cabeza entre los brazos de Leon.

No había salido como yo esperaba. Aunque tampoco era como si esperase algo concreto; después de todo confesarme a Leon era algo que, aunque había imaginado de mil maneras en mi cabeza, pensaba que jamás se haría una realidad. Me hubiera gustado decir que soltarlo por fin había logrado lo que mi tío Ariel esperaba, pero no.

No sentí ningún alivio ni se me quitó ningún peso de encima. Al revés, me sentí ridícula y triste. Creo que se notó en la forma en la que mis dedos aferraron sin querer la camisa de Leon. Quizá por eso él me acarició la cabeza despacio, pasando los dedos por mi pelo. Yo sorbí por la nariz, aspirando un olor agradable y cálido, preguntándome cuándo fue la última vez que sentí ese cariño por parte de alguien.

Ah, sí. Fue con Garrett. Genial, ahora sólo podía sentirme peor.

Pasado un momento por fin pude recuperar la compostura y hacer el amago de separarme de él, recordando que yo era una chica dura e independiente y que seguramente las lágrimas habían mandado a la porra mi maquillaje una vez más. Intenté no cruzar la mirada con el broncíneo, pues bastante vergüenza estaba pasando ya.

—De verdad, lo siento —le escuché decir con un susurro.

—¿Tú qué vas a sentir, idiota? —Hice un esfuerzo para que no me temblara la voz, aunque no me salió muy bien. Leon se apresuró a ir a la cocina y volver al momento con una servilleta que cogí con la cabeza gacha—. No es culpa tuya, así que no te disculpes.

—No quería herir tus sentimientos.

—No lo has hecho. Tú no —. Se me escapó sin querer una mirada hacia Derek, pero al final acabé bajándola de nuevo al suelo—. Os envidio. Eso es todo.

—Si tú supieras... —Sonrió de lado y me apartó un mechón de la cara con gentileza—. Me pareces una gran chica, Luria. En serio. Eres divertida, tienes garra y talento. Y nunca dudas en pelear, aunque sea por una causa perdida.

—Es una bonita manera de llamarme pagafantas, gracias. —Ahí estaba mi querido cerebro, cómo no, para arruinar cualquier piropo venido de un tercero.

—Venga... —Leon rodó los ojos, torciendo una sonrisa—. Si no crees tú en ti, nadie lo hará. Y tampoco podrás confiar en los demás.

Ladeó la cabeza y se cruzó de brazos como si se estuviera refiriendo a algo concreto. Miré a Ariel de reojo, entretenido con los gatos en el sofá, preguntándome si ya le habría marujeado a Leon algo sobre mi pelea con Garrett.

—No te juzgo por lo que pasó —agregó, obviamente refiriéndose a mi maravilloso despertar en aquella casa—. Todos tomamos malas decisiones alguna vez. Créeme, lo sé bien.

Leon levantó el brazo izquierdo y se levantó la manga. Al girarlo, pude distinguir bajo la luz del pasillo la marca alargada y clara de una cicatriz antigua de aspecto profundo, siguiendo el recorrido de las venas de su brazo. Se me abrieron los ojos sin querer y miré a Leon con media mandíbula descolgada.

—Joder... —murmuré sin querer.

No me entró en la cabeza. El grande, resuelto y portentoso Leon. El Maestro de los Maestros, el tío con más autoridad en el In Chains después de Val... ¿Había intentado suicidarse en el pasado?

—Hace bastante de eso —agregó, volviendo a bajarse la manga y encogiéndose de hombros. Acompañó el gesto con una media sonrisa, intentando restarle importancia—. No te lo enseño para que me compadezcas, sino para que aprendas. Ninguna sustancia hará desaparecer tus problemas. Sólo te evadirá un momento, hasta que te los vuelvas a encontrar de bruces. Lo último que desearía es que tú también acabaras como...

In Chains: Encadenados (RESUBIDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora