Capítulo 2

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¿Es un trató?

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La vista de Edgardo escaneó la majestuosa mansión que se encontraba frente a él, nada comparado con la humilde casa en donde solía vivir con su madre, está era mil veces más grande, tanto, que quizás la sala de está podría ser del mismo tamaño de su diminuto hogar.

Camino hasta llegar al enorme portón de esta, presionó el botón que anunciaría su llegada y espero hasta que este fue abierto. Dos personas se encontraban del otro lado de este.

Una mujer mayor y el que parecía ser su esposo a un lado de ella, ambos se encontraban tomados de la mano y en cuanto vieron a Edgardo sonrieron, con entusiasmo lo invitaron a pasar al interior de su hogar, justamente a la sala.

La mujer le pidió que se sentará frente a ellos y así lo hizo Edgardo, quería concentrarse en las dos personas que se encontraban frente a él analizándolo, pero simplemente se le hacía imposible apartar su vista de la infinidad de cosas evidentemente costosas que decoraban la habitación.

- Olvidamos presentarnos. - La voz del acompañante de aquella mujer se hizo presente, llamando su atención. - Soy Gerad y ella es mi esposa...

- Linda. - Terminó ella por él. Una sonrisa amplia se poso en los labios de Edgardo.

- Es un gusto conocerlos a ambos, yo soy Edgardo. - Se puso de pie y estiró su mano a cada uno. Luego del apretón de manos volvió a tomar asiento. - Pero por favor, llámenme Ed.

- Muy bien Ed. - Gerad se acomodó un poco en su asiento. - Cuéntanos sobre ti, ¿Por qué quieres el empleo?.

- Ed rascó su cuello con un poco de nervios. - Necesito el coche. - Respondió sinceró. - Necesito pagar algunas cuentas importantes y recientemente embargaron mi auto el cual era mi único sustento de trabajo.

- Que mal. - Esta vez fue su esposa quien habló. - Estoy segura de que podrás salir de ello, si nos ayudas con nuestra pequeña Alicie.

- Nuestra pequeña dentro de poco tiempo se irá a la universidad. - Dijo con orgullo Gerad. - Irá a Yale el próximo año.

- Pero tenemos un poco de miedo. - Continuó su esposa. - Verás, Alice es una chica especial, durante toda su vida a sido bastante retraída, no suele tener muchos amigos; por no decir que no tiene,durante todo este tiempo no ha traído ni a un solo chico, ni amigos ni novios, nada.

- Solo se la pasa en su cuarto. - Volvió a hablar Gerad, tomando las manos de su esposa. - Nos preocupa lo que pueda sucederle cuando esté lejos de nosotros. Jamás sale de su habitación, únicamente a comer, siempre está en su teléfono y nunca muestra iniciativas por ir a fiestas, tener...ya entiendes...sexo.

- Estamos seguros de que nuestra hija es virgen aún. - Finalizó Linda.

- ¿Cuantos años tiene su hija?. - Se atrevió a preguntar Ed.

- Diecinueve. - Respondió su padre.

- Hablando de edades. Tú no aparentas tener veinticinco. - Linda observó a Ed, de arriba a abajo, analizándolo.

- Oh yo...- La voz de Ed trastibillo. - Tengo veintinueve.

Los ojos de ambos padres se abrieron de par en par, para luego Linda negar en repetidas veces.

- Eres demasiado mayor para nuestra hija. - Siseó con temor Linda.

- Es lo que necesitamos cariño. - Su esposo la ánimo. - Es lo que Alice necesita, un hombre maduro, que sepa lo que quiere, un hombre que le enseñe todo aquello que nosotros no podemos enseñarle.

- Pero cariño, le dobla la edad a nuestra hija. - Reprochó Linda. - Dios, no te lo tomes a pecho por favor. - Esta vez miro a Ed, quien se mantenía en silencio observándolos a ambos.

- Son solo diez años querida. - Gerad acarició suavemente los brazos de su esposa. - Debes mirar los puntos a favor, lo que puede enseñarle a nuestra pequeña e inocente hija, es alguien muy maduro. Sabrá como hacer las cosas.

El escucharlos era algo loco, Edgardo trataba de mantenerse al margen de la situación, sin embargo esto le daba un poco de gracia. Dos padres que se preocupaban demás por su hija, querían conseguirle un novio para que en menos de un año le enseñase de todo, incluyendo el sexo. ¿En que cabeza retorcida podría caber eso?.

Edgardo se había enamorado en distintas ocasiones, si, sabía lo complicado que podría llegar a ser conectar con alguien, más con alguien con quien sabes que todo lo que debes hacer, debes hacerlo por obtener un pago. Hacer bien el trabajo para obtener las recompensas en el menos tiempo posible.

- Esta bien. - Nuevamente la voz de Linda lo atrajo a la realidad. - Tienes el empleo Ed.

- Bien. - Una sonrisa se hizo en sus labios al escuchar las palabras de Linda. - ¿Donde esta Alice? Para conocerla. - pregunto Ed, poniéndose de pie.

- ¡No!. - Gerad y Linda gritaron al mismo tiempo, deteniendo a Ed.

- Alice no puede enterarse de esto. - Habló Linda. - Si se entera que nosotros estamos detrás de esto, nos asesinará.

- Si. - Apoyó Gerad. - Jamás no perdonaría por hacer tal cosa.

Realmente Edgardo en el lugar de Alice, tampoco lo haría.

- Bien. - Ed tomo de nuevo asiento. - ¿Como se supone que la conozca entonces?. - Preguntó.

- Alice todos los fines de semana realiza un voluntariado en una sede de adopción cerca de aquí. - Explicó Linda. - Ella se encarga de tomar los primeros y más importantes datos de los adoptantes.

- Podrías fingir querer un perrito. - Dijo Gerad con una sonrisa bastante peculiar en sus labios. - Así tendrás oportunidad de conocerla y invitarla a salir.

- Bien. - Pronunció finalmente Edgardo, completamente de acuerdo por la idea de Gerad.

- No queremos ser juzgados. - Linda nuevamente habló. - Solo queremos lo mejor para nuestra pequeña, si no le ayudamos a despegar, ¿Quien lo hará?.

Edgardo no quería juzgarlos, después de todo, serian ellos quienes le ayudarían a mantener la casa de su madre bajo su nombre, y de cierta forma los entendía, entendía su temor por ver a su hija volar lejos del nido, volar sin saber lo más mínimo de la vida ni de los peligros que podría encontrarse afuera.

- No lo hago. - Respondió Ed con una suave sonrisa. - Los entiendo perfectamente.

- Te entregaremos el auto inmediatamente nos confirmes la primera cita con nuestra pequeña. - Indicó Gerad. - Pero debes cuidar siempre que Alice no lo vea, de lo contrario nos descubrirá.

- Bien. - Acepto Ed. - Estoy de acuerdo.

Ángeles Como Tú | LyannoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora