Capítulo 4

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Radar - Britney Spears

Gasoline - Halsey (Ángelo)



──── ÁNGELO────

A los nueve años aprendí a realizar el mantenimiento básico de un vehículo.

Ya sabes, cambiar el aceite, comprobar el nivel de carburante y de líquido refrigerante; el estado de las correas, el de los neumáticos, las luces, los testigos y todas esas cosas que un niño normal habría aprendido leyendo las revistas de mecánica de su hermano mayor, observando a su padre en el garaje, en un videojuego...

Nunca recibiendo palizas diarias en el taller del orfanato.

A los dieciséis, ya podía considerarme mecánico.

Veo hablar mucho en redes del bullyng y sus efectos en la edad adulta. Nunca fui a colegios comunes, así que me pregunto si se le dice igual cuando se trata del tipo de violencia y acoso que recibes de un puñado de chicos rotos, a los que nadie se tomó la molestia de enseñar a gestionar las emociones.

Supongo que sí. Allí no podías decirle eso a los profesores porque nadie le daba importancia a cinco huérfanos pegándole al huérfano rarito que hablaba con sus hermanos inventados.

Gracias a leer sobre bullyng, busqué terapeuta especializada en ello. Gracias a mi paso por el orfanato, aprendí un oficio que me permitió pagarle.

Ese oficio es mi mayor vía de escape.

Si no fuera por las horas que trabajo, estaría mal. Peor, quiero decir.

Me habría lanzado de cabeza a cualquier vicio para intentar escapar de mi traumático pasado.

Los motores tienen algo que me hace estar presente, vivo. Repararlos me recuerda que soy un hombre funcional.

Uno que se toma la justicia por su mano. No estoy orgulloso de cómo lo llevo a cabo, pero sí de que hay personas inocentes y vivas que ya no tienen que luchar más contra sus agresores.

No tengo deudas ni problemas con nadie. Mientras siga solo, seguiré bien.

Creo que mi vecino guardaespaldas no me dejará seguir muy solo.

Después de todo, se deshizo de mi último cadáver, me permitió robarle y después cocinarle.

Sé que se terminó mi comida porque compré una cámara espía que puse en su librero.

Le faltarán algunos tornillos, pero como a mí también, pues disfrutaré un poco de verlo estar en su casa sin camiseta.

Cuando lo descubra, me matará. Lo de ayer fue un extraño juego para hacerme bajar las defensas y atacarme después. Algunos psicópatas prefieren perseguir a su presa y otros colmarla de falsas atenciones para después atacar en el momento de vulnerabilidad.

No sé nada de él. Podría ser uno.

—¿Eres tú el hijo de puta que se ocupó de mi Jeep y dejó una bolsa en el asiento del copiloto con lencería rota? —me pregunta, de pronto, un tipo con voz de borracho.

Termino de colocar este clásico americano en la máquina de alineación del taller. Tendré que seguir alineando las ruedas después de calmar a este cliente enfadado.

He tratado con grupos de hombres ebrios, puedo mantener la cordura siempre que la agresividad esté dirigida a mí y no hacia una persona inocente.

Me acerco a él limpiándome las manos en mi ropa de trabajo, que ya es más negra que azul.

—Pensé que a su mujer le gustaría la privacidad de la bolsa. ¿Cuál es el problema?

—¡Que no eran de mi mujer, estúpido! —Me roba una de las llaves inglesas que tengo en la mesa de trabajo y corre hacia mí—. ¡Por tu culpa me ha pedido el divorcio y se ha llevado a los niños!

Me muevo hacia un lado para esquivarlo.

Mi guardián BonaccorsiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora