Mal

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Leah lloraba en silencio cuando la puerta se abrió, y su instinto le dijo que pretendiera estar dormida,  incluso si Ethan solía deprivarla de sueño de forma constante cuando estaban casados, había ocasiones en la que no se acercaba si ella dormía,  realmente esperaba que esta fuera una de esas ocasiones.

Su matrimonio había sido el inicio de su final.

Luego de separarse de David pocos días después de su graduación, Leah se había mudado con su spadres lejos del pequeño pueblo de Oregon donde había crecido, había querido ir a la gran ciudad y dedicarse a sacar su titulo en fotografía, además de un pequeño curso de diseño gráfico que su padre había conseguido para ella. Se había dedicado a ella misma, incluso si extrañaba a David pronto había hecho su vida lejos sin demasiados problemas, teniendo su recuerdo como algo que apreciaba.

Hasta que había conocido a Ethan, el hombre era un par de años mamyor que ella, estudiando su ultimo año de ciencias politicas había parecido como el hombre perfecto, alto, atractivo y de una buena familia, la había tratado como una reina, y ella había estado feliz de convertirse en su esposa a los dos años de comenzar su relación, había sido una pedida preciosa, la había llevado de viaje, le había comprado joyas. Pero eran las cosas que Leah nunca notó las que realmente la habían atrapado, el como sus amigas habían intentado advertirle, el como sus padres nunca aceptaron su relación, el como poco a poco había creído en las mentiras, en los engaños hasta que se había encontrado a si misma sola, sin una persona cercana que le acompañara el día de su boda.

Fue cuando se mudaron a Washintong que las cosas realmente comenzaron a empeorar. Cuando el primer golpe llegó por no haber estado lista a tiempo, cuando los comentarios sobre su cuerpo menzaron a llegar, pasivamente al principio, completamente brutal para el final. Cuando se enteró que estaba embarazada tres años dentro del matrimonio, había realmente sido lo suficientemente estúpida como para creer que las cosas cambiarían. Ethan había heredado el puesto de su padre en el senado, por lo que realmente tenía influencia, y ella era la esposa del senador, así que él nunca la golpeaba en el rostro. 

Cuando se enteró del embarazo, él la había acusado de no haberse cuidado apropiadamente, incluso cuando el la tomaba cuando y como quería. Los regalos nunca se detuvieron porsupuesto, todo dependía del estado de humor del hombre.  Un golpe por cada joya, una palabra degradante por cada ramo de flores.

Los golpes se detuvieron poco tiempo durante el embarazo, aunque el hombre parecía irritado constantemente, se limitaba a darle bofetadas. También la engañó porsupuesto, con su secretaria.  ¿Caleb? Había sido su pequeño trofeo, y por un par de meses había sido de nuevo el Ethan dulce y atento que conoció por primera vez,  casi había podido olvidarse del pasado, y realmente le hbaía creído como todas las otras ocasiones.

Hasta que una noche, luego de una cena importante en la que las cosas no habían resultado como él quería, se había desquitado con ella. Culpandola de mirar a otro hombre, acusandola de estarlo engañando. Cuando el bebé había llorado, Ethan lo había abofeteado.

A su bebé, con solo seis meses.

Leah huyó una semana después, en medio de la noche luego de haber puesto pastillas para dormir en su bebida, había tomado las llaves del auto, la tarjeta de debito y a su hijo. Sacó todo el dinero que pudo de la tarjeta esa misma noche y tomó el primer bus fuera de la ciudad.

Había vivido por casi dos meses en un pequeño motel, dudando sobre llamar a sus padres, quienes le habían advertido lo que sucedería, pero no quería arriesgarse a que Ethan la encontrara, aún tenía que conseguir concertar el divorcio y eso implicaba un abogado...un abogado que no podría pagar sin gastar casi todo el dinero que tenía. Casi tres meses después, se había enterado de que estaba embarazada. De nuevo.

Llamas de Amor - Escuadron 41Donde viven las historias. Descúbrelo ahora