Respiro

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David abrazó a Leah mientras que ella lloraba de forma desconsolada,  evidentemente aterrada y aliviada a la vez. El bebé estaba ahora en brazos de su madre, y Caleb dormí en el coche con un moreton en su pierna y una marca en su rostro que hacía que los puños de David picaran, realmente estaria dispuesto a dejar viuda a la mujer.

Eso solucionaría todos sus problemas. 

Alex había conseguido llegar a tiempo, su amigo habia escuchado su mensaje y habia verificado como demonios Ethan se había hecho con el niño. Al parecer él y su abogado habían conseguido una orden para quitarles al niño mayor, solo habia tenido que probar que era el padre.

Por suerte no había tenido la misma prueba de que el bebé lo era y  habían podido mantenerse con el cuerpo de bomberos. Pero había intentado engañar a la mujer de todas formas. Ahora Ethan estaba en la estación de policía, mientras que David había llevado a Leah de regreso al hospital,  donde habían hecho un examen fisico que serviría como prueba en el juzgado.

— ¿Demandarlo? — Preguntó ella con voz ronca una vez que se calmó lo suficiente — Él...él podría hacerlo desaparecer, tiene contactos y...

— Hey, no importa cuantos contactos tenga, piensa en los niños Leah — Insistió,  la mujer tenía un moretón en su rostro pálido atravesando su mejilla y la parte superior de su ceja, había también un pequeño corte en su frente. En su cuerpo habían marcas de un jodido zapato en su costilla. Un moretón  que comenzaba a formarse en su cuello allí donde probablemente el hombre le había asfixiado.

La mujer tenía una costilla rota y  de acuerdo a la mirada desolada en sus ojos claros...también el alma. David no comprendía como un hombre podría hacerle algo semejante a la mujer a la que le había jurado amar y proteger. La madre de sus hijos maldita sea, una mujer que merecía toda su adoración y respeto.

Si Leah hubiera sido su esposa y madre de sus hijos, la trataría como una jodida reina, sí, a él le gustaban los azotes y el control, tener a una mujer a su merced...en la cama. Siempre priorizando su placer.

La sola idea de abofetear a una mujer con intención de dañarla le revolvía el estómago.

Y Leah se había convertido en...un cascarón, no había sombra de la mujer que conoció hace años, estaba delgada, llena de ojeras y de moretones, lucía...descuidada. Los niños tenían buen aspecto sin embargo, aunque aún le inquietaba no tener idea del nombre del menor.

Ahora estaban solos nuevamente mientras los niños dormían, ella intentó recobrar la compostura  al darse cuenta que estaba apoyada en sus brazos,  pero David no se alejó demasiado, en cambio tomó su rostro con cuidado, ella saltó ligeramente cuando sus dedos tocaron la piel sensible, pero le dejó hacer.

— Leah, cariño — Llamó, obligandola a mirarlo a los ojos y usando su voz de mando — Todo va a salir bien, Alex y yo nos vamos a asegurar de ello, pero necesitamos que pongas la denuncia.

Ella se mantuvo el silencio por un largo rato, tanto que David temió que se negaría, en cambio Leah extendió su propia mano y acarició su mandíbula

— Te creció la barba — Murmuró ella en un comentario insignificante pero que alivió de alguna manera la tensión entre ambos, David se echó a reir, y las cejas de Leah se fruncieron de forma adorable

— Sí, resulta que después de los veinte el vello creció en todas partes — Dijo él  más relajado, Leah sonrió con tristeza antes de mirar a sus niños.

El bebé despertó en ese instante y David observó a la mujer inmediatamente centrar su atención en él, la forma suave en que incluso estando herida tomaba a su hijo y aspiraba el dulce aroma a bebé, el niño era una cosa diminuta, tenía unos dos meses y tenía una mata de cabello oscuro igual que su padre, pero tenía la nariz respingada de Leah, igual que Caleb, el niño mayor había heredado los rizos rubios y su sonrisa.

Llamas de Amor - Escuadron 41Donde viven las historias. Descúbrelo ahora