Viejos Tiempos

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Leah miró con nostalgia la vieja casa en la que solía pasar largas horas durante el verano, la casa donde había dado su primer beso y había perdido su virginidad. La casa que la había visto llorar y que ahora la vería ser madre incluso si es por un corto periodo de tiempo.

La casa de David es la que solía ser la casa de su padre, una preciosa casa de dos platas con tres habitaciones, un jardín delantero perfectamente podado y según recordaba un patio grande con una piscina que su padre había construido por si mismo años antes de que su esposa muriera. Leah solía adorar tomar el sol en la piscina. Incluso recorsaba el arbol alto que tantas veces les había servido de punto de encuentro en las largas noches de invierno cuando querian un momento a solas.

Mierda, incluso habían grabado sus iniciales en la madera de la valla detrás del arbol.

Era evidente que la casa estaba siendo remodelada, al menos en parte,  David la había llevado desde la estación de policía en la misma camioneta en la que se habían visto por ultima vez. Los recuerdos comenzaban a atormentarla. Restregandole en la cara todas las cosas buenas que había dejado de lado por Ethan.

Sin embargo, miró a sus bebés, el pequelo David dormía en sus brazos,  mientras que Caleb, con un par de pequeños overolles y una camisa amarilla caminaba torpemente tomado de la mano de David. El corazón de Leah se estrujó al pensar en como la vida parecía burlarse de ella. David habría sido un buen padre, pensó mientras veía reír a Caleb mientras que David lo levantaba en el aire luego de tropezar.

El hombre carraspeó mientras cargaba al niño ahora sobre sus hombros, el pequeño moretón en el rostro de Caleb se había oscurecido, manchado sus mejillas con la evidencia de lo que había hecho Ethan.

De lo que ella había permitido.

— Mi humilde morada — Dijo David abriendo la puerta para ella y señalando el interior — Aún es un trabajo en proceso, decidí remodelar la cocina y...bueno, no he terminado aún — Admite mientras le enseña el espacio que ella tan bien recordaba.

— Sigues teniendo el sofá de tu padre — Apuntó ella con una sonrisa nostalgica. David asintió, antes de lanzarle una mirada oscura que le dejaba saber que el hombre recordaba perfectamente lo que había pasado en ese sofá. Un sofá donde habían hecho el amor en más de una ocasión. 

Leah se preguntó por primera vez si David vivía atormentado por tantos recuerdos como ella estaba teniendo    en ese momento. La cocina estaba en efecto siendo remodelada, los gabinetes de la cocina estaban incompletos y la encimera era prácticamente inexistente.

Leah miró a sus hijos.

— Sé que es peligroso para los niños, pero dame dos días y estará listo — Aseguró el hombre leyendo sus pensamientos — Sigueme, arreglé a habitación principal para ti, y la del otro lado del pasillo es para los niños.

— No tenías que hacer todo esto por mi — Murmuró sintiendose avergonzada al ver la pequeña cuña y la cama individual en la que dormirían sus niños, David había  dispuesto una cesta llena de juguetes    y señaló una comoda de tres puestos.

— Aquí guardé la ropa de las donaciones, mañana temprano iré por pañales y estaba pensando en que probablemente quieras comprar algo de ropa para ti — Apuntó el hombre dejando a Caleb en el piso, y el niño procedió a correr hasta la cesta de juguetes, explorando y luciendo contento de estar en el lugar.

— Gracias — Dijo con sinceridad antes de acercarse a la cuna y depositar con cuidado a su hijo menor, hizo una mueca de dolor pues sus costillas dolían y su cuerpo entero le pedía un descanso — Creo que tomaré una siesta — Murmuró antes de mirar a su hijo mayor que parecía todo menos dispuesto a dormir — Al menos cuando consiga que se duerman.

Llamas de Amor - Escuadron 41Donde viven las historias. Descúbrelo ahora