El gimnasio estaba más animado de lo habitual, con el sonido de las pesas chocando y los ecos de conversaciones dispersas en el aire. Felix, vestido con ropa deportiva negra que destacaba su piel clara y sus pecas, había regresado a entrenar después de unos días de descanso. Mientras realizaba su rutina, sus pensamientos estaban lejos de la tensión de su vida secreta con Minho. Por un breve momento, el entrenamiento le daba una especie de paz.
Sin embargo, esa paz se rompió en cuanto Jackson apareció a su lado. Con su sonrisa habitual y la misma actitud provocadora, Jackson nunca perdía la oportunidad de acercarse a Felix. Era casi una rutina en sí misma: Jackson coqueteaba y Felix lo rechazaba.
—Hey, lindura —dijo Jackson con una sonrisa que intentaba ser encantadora mientras se inclinaba hacia Felix—. ¿Cuándo vas a dejar de resistirte y aceptar que estoy completamente loco por ti?
Felix rodó los ojos, sin detenerse en su entrenamiento. —Sigue soñando, Jackson. Ya te dije que no estoy interesado.
Jackson se rió, como si las palabras de Felix fueran un simple desafío. —Ya veremos, Felix. No te preocupes, tarde o temprano vas a caer. Apostaría a que no falta mucho para que termines en mi cama.
Felix frunció el ceño, incómodo por la constante insistencia de Jackson, pero ya estaba acostumbrado a sus comentarios inapropiados. Para él, no era más que un juego molesto, algo que ignoraba con facilidad.
Lo que Felix no sabía era que Minho estaba en el otro extremo del gimnasio, observando la interacción desde la distancia. Mientras realizaba sus propios ejercicios, sus oídos captaron claramente la conversación, especialmente las últimas palabras de Jackson. La sangre de Minho hirvió al instante. Esa mezcla de celos y posesividad, combinada con su natural temperamento explosivo, lo empujó a actuar antes de pensarlo dos veces.
Con una expresión oscura, Minho dejó caer las pesas y caminó hacia ellos, sus pasos firmes resonando en el suelo. Felix lo notó cuando estaba a unos pocos metros de distancia, y sus ojos se abrieron con sorpresa al ver la furia latente en el rostro de Minho.
—Minho... —intentó decir Felix, pero no tuvo tiempo de detenerlo.
Minho llegó directo hasta Jackson, empujándolo bruscamente contra una de las máquinas de pesas, con su brazo presionando el pecho de Jackson contra el metal. Los ojos de Jackson se abrieron con sorpresa, pero Minho no le dio tiempo a reaccionar.
—Escucha bien, imbécil —gruñó Minho, su voz baja y peligrosa—. Si vuelves a acercarte a Felix o si te atreves a hablar de él de esa manera otra vez, te juro que te romperé algo más que solo el brazo.
Jackson tragó saliva, su arrogancia habitual desapareciendo rápidamente ante la intensidad de Minho. Sabía que Minho no era alguien con quien jugar. Las historias sobre su temperamento eran bien conocidas entre todos los que trabajaban con él.
—Hey, tranquilo... Solo estaba bromeando —dijo Jackson, tratando de calmar la situación, aunque su voz temblaba ligeramente.
—No parece que él se estuviera riendo —replicó Minho, acercándose aún más—. Así que mejor mantente lejos. ¿Entendido?
Jackson asintió rápidamente, sin atreverse a decir una palabra más.
Minho lo soltó de golpe y dio un paso atrás, sus ojos aún llenos de ira. Se giró hacia Felix, quien observaba la escena con una mezcla de sorpresa y preocupación.
—Minho... —comenzó Felix, intentando suavizar la situación.
—Vámonos —ordenó Minho con voz baja pero firme, sin siquiera mirar atrás.