Felix no tenía intenciones de ir, pero tampoco entendía por qué no lo habían llevado a buscar el cargamento. Mientras caminaba por la enorme mansión, sus pensamientos giraban en torno a lo que había sucedido la noche anterior. Minho había dejado una marca en él, una que no podía ignorar.
Sus pasos lo llevaron al comedor, donde su atención fue capturada por una serie de portarretratos en una estantería. En ellos, una mujer extremadamente bella sonreía con una calidez que le resultó familiar. Al observarla con más detenimiento, se dio cuenta de que se parecía mucho a Minho.
—Es muy linda, ¿verdad? —una voz profunda habló tras su espalda, sacándolo de sus pensamientos.
Felix se giró lentamente, encontrándose de nuevo con Minho. Los recuerdos de la noche anterior inundaron su mente, y, de manera casi automática, desvió la mirada, intentando ocultar la marea de emociones que lo abrumaba.
—Mamá era muy bella. Si la hubieras conocido, estoy seguro de que se habrían llevado muy bien —dijo Minho, su voz teñida de una nostalgia suave.
—Se parecen mucho —respondió Felix, sus ojos regresando al rostro de la mujer en la fotografía, notando ahora la misma firmeza y determinación que veía en Minho.
Sin previo aviso, Minho acortó la distancia entre ellos, dejando un suave beso en la comisura de los labios de Felix. El contacto, aunque breve, envió una descarga eléctrica por su cuerpo, dejándolo sin aliento.
—Creo que puedo llegar a volverme adicto a ti —murmuró Minho, su voz baja y cargada de deseo.
Esta vez, no hubo contención. Sus labios se encontraron con una intensidad feroz, diferente a la de la noche anterior. Ahora, no se trataba solo de una atracción superficial; era algo más profundo, una necesidad urgente que ambos habían intentado ignorar por demasiado tiempo.
Felix se rindió al beso, dejando que sus emociones tomaran el control. Sus manos se aferraron a los brazos de Minho, sintiendo la fuerza y la seguridad que emanaba de él. Minho, por su parte, lo rodeó con sus brazos, atrayéndolo más cerca, como si temiera que Felix pudiera escapar de nuevo.
El beso se volvió más apasionado, más hambriento. Era un intercambio cargado de todo lo que no habían dicho, de todas las emociones reprimidas que finalmente encontraron una salida. Felix sentía el calor de Minho envolviéndolo, su cuerpo reaccionando a cada toque, a cada caricia.
Minho deslizó una mano por la espalda de Felix, sintiendo cómo el cuerpo del rubio respondía a su contacto. Con cada segundo que pasaba, la barrera que ambos habían construido durante tanto tiempo comenzaba a desmoronarse.
Felix apenas podía pensar, su mente nublada por el deseo mientras Minho lo guiaba con determinación hacia el dormitorio. Sus cuerpos estaban tan cerca que podían sentir la respiración acelerada del otro, y cada paso que daban parecía acercarlos más a un abismo en el que ambos estaban dispuestos a caer.