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La Loba y la Bruja son las reas que mantienen controlado el reclusorio, se hace lo que ellas manden, incluso tienen a algunas de las guardias de su lado. El primer día que llegué, trataron de adremendarme; me dieron la bienvenida, pero sobre todo, vinieron a decirme la cuota que debía pagar para que no me hicieran nada. Me negué rotundamente, y eso no les agradó: —¡Ah! con que muy gallita, la condenada. Ahorita vas a saber que aquí, no me ando con pendejadas. —Me dijo, luego alguien me agarró por la espalda, sólo sentí la navaja en mi cuello. No me importaba morir, pero tampoco abandonaría este mundo siendo una cobarde, así que me defendí. Mi; mi padre siempre quiso un niño, me enseñó a pelear, a jugar fútbol y todas esas cosas que a las niñas no dejarían hacer. Le di un cabezazo a quien me tenía sujeta, luego me enfrenté a ella hasta que la Calaca se metió a defenderme.

—¿Quién les dijo que podían hacer desmadre en mi celda?

—No te metas, Calaca. —La Bruja tenía el cabello largo y alborotado, podría tener la edad de mi madre. Había sido ella quien me sostuvo, porque la nariz le sangraba, eso me produjo satisfacción.

—Me meto en donde me da la chingada gana.

—No sabes con quién te metiste, escuincla. —Me apuntó con la navaja y luego se fueron, no sin antes verme de una forma amenazante.

—No le hagas caso, la Loba cree que puede mandar, pero está pendeja.

—Gracias por el paro.

—No hay pedo. Soy Lira, pero me conocen como la Calaca. ¿Y tú?

—Me llamo Emily.

—Te sobran ovarios. Aquí los vas a necesitar. —Guardé silencio mientras acomodaba mis cosas en una de las camas—. Estas muy chava, pos ¿a quién te tronaste?

—A mi mejor amiga.

—Chale, pos ¿qué te hizo la morra? ¿Te bajó al hombre o qué?

—No, nada de eso.

—¿Tons?

—Es una larga historia.

—Mija, aquí el tiempo no se pasa de volada.

La Calaca me inspiró confianza; le conté todo lo que pasó con Mara, de cómo fue nuestra amistad hasta el momento en que la asesiné, aunque omití los detalles. No mostró ningún gesto de sorpresa cuando llegué a esa parte, incluso se sorprendió de que aguantara tanto tiempo. Ni yo tenía una respuesta a eso; me atreví a preguntarle el por qué estaba encerrada, pensé que no diría nada, sin embargo, lo hizo. No se tentó el corazón para matar a su padre, él abusaba de ella y de su hermana, pero aunque sabe que hizo un bien, su familia no se lo perdonó. Desde que la detuvieron, le pusieron muchas trabas en el juicio; el abogado ha tratado de alegar en defensa propia sin ningún éxito. Lleva bastantes años encerrada, además su reputación le sirve para sobrevivir dentro.

Al menos no estaré sola, quizás pueda lidiar con lo que vendrá.

Tinta de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora