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La nueva audiencia se fijó tres meses después de la primera; no pude evitar sorprenderme ante la rapidez en que se estaba resolviendo el juicio. Imaginé que la señora Morales tenía algo de influencias; Vladimir se preparó ante cualquier tipo de eventualidad que pudiera surgir. Mis visitas se redujeron debido al trabajo, aunque me mantenía al pendiente a través del abogado. A pesar de ello, mis ganas de estar de nuevo en una sala, escuchando su pasado no era de mi agrado. Después de que el juez mostrara el interés de conocer la versión de ella, la contraparte se preparó lo suficiente para escarbar en lo más hondo del dolor. Los asistentes mantenían la atención en cada acusación; el suspenso de la audiencia pasada seguía latente.

—¿Conoce a Hanna Valdez?

—Sí, la conozco —titubeo Emily al responder. Al parecer, esa pregunta le tomó por sorpresa.

—¿Quiere decirnos quién es?

—Una amiga.

—La señorita Valdez sufre de crisis psicológicas, ¿cierto?

—Sí, pero...

—Y varios intentos de suicidio. —Guardó silencio. Vi reflejado el miedo en los ojos de Emily.

—Objeción. ¿Relevancia? ¿Qué tienen que ver esas preguntas con el caso? —Vladimir quiso salir en ayuda, pero no bastó.

—Tiene mucho que ver, juez. —respondió el abogado.

—Responda, señorita Martínez.

—Sí, ha intentado quitarse la vida.

—Díganos, ¿cuántas veces?

—No lo sé.

—¿Sabe que en uno de esos intentos terminó en el hospital?

—Yo... —Emily comenzó a ponerse nerviosa. Era la primera vez, desde que ocurrió el crimen, que se ponía así.

—Según su expediente médico. —El abogado mostró un folder y se lo entregó a la juez—. Estuvo internada en un hospital tres días por varios cortes en las muñecas.

—No puedo asegurar eso.

—¿Por qué?

—Porque nunca me contó con detalles, al menos no como usted me está diciendo.

—Ya veo. No más preguntas. —De inmediato, Vladimir se levantó de la mesa para tomar su turno. No tenía idea del por qué de todas esas revelaciones de la amiga de Emily. Me contó, en algún momento, o al menos, gran parte y prefería guardar mis comentarios al respecto.

—¿Cómo se conocieron usted y la señorita Valdez?

—Por facebook. Ella me envió la solicitud de amistad y luego de que la acepté, me mandó un mensaje.

—¿De qué hablaron?

—Libros, películas, la vida.

—¿Qué de la vida?

—Lo que le pasaba, lo que no le podía contar a cualquiera.

—¿Cómo qué?

—Ya saben, sexo y demás.

—¿Usted se enteró de sus problemas de inmediato? ¿Le contaba?

—No, fue poco a poco. Comencé a saber más de ella con el paso del tiempo. Supe que sus padres estaban divorciados y eso le ocasionó problemas de autoestima. Conmigo se sentía querida, y yo igual. Hanna era menor, yo era mayor; así que era fácil que la cuidara. Y eso hice hasta que...

Tinta de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora