Estado

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La vida puede cambiar en un segundo, todo lo que creías tener como algo certero y asegurado, puede resultar no ser así de golpe. Hay golpes más dolorosos que otros, pero, muchos de ellos dejan una huella imborrable en tu interior. Las manillas del reloj no dejan de avanzar, de la misma manera que la tierra no deja de girar, y, hay que recordar, que el tiempo es lo único que no podemos recuperar, así que debemos intentar aprovecharlo al máximo, pero, ¿Cómo hacerlo cuando la vida te envuelve en una encrucijada en la que no encuentras una salida?

Marta había sentido incontables anhelos de tener un hijo, había deseado ser madre para llenar un vacío de amor con el que llevaba conviviendo toda su corta vida, tener algo solo suyo que la mirase con cariño y adoración a cada instante y la hiciera sentir realmente grande. Aunque, desde que Fina le enseñó a soñar despierta, demostrándole lo bello que podía ser amar, mirándola constantemente irradiando sentimientos y emociones, ese anhelo por ser madre había pasado a un segundo plano, volviéndose uno que ya no le parecía tan importante, tan siquiera primario, casi se había vuelto inexistente.

La castaña sentía tantas cosas por la morena que le era difícil pensar en poder repartir sus sentimientos para entregárselos a alguien que no fuera ella. Sabía que tener un hijo era una gran responsabilidad, además, conocía de sobra las opiniones sociales sobre las madres que trabajaban, y ella tampoco quería perder su trabajo. No quería perder la libertad, y sabía que tener a alguien a su cargo era realmente esclavo. Tampoco quería perder al amor de su vida, a Fina, y sabía que si era madre mantenerla a su lado se antojaría verdaderamente complicado.

Silencio, la vuelta de Madrid se vio envuelta en un silencio que casi se antojaba como una condena. Cada palabra que pensaban, pero no reproducían, era una tortura que aprisionaba sus mentes. Habían compartido una noche de amor que les había devuelto a la vida, habían planeado como sería ahora sentir esa libertad que tanto habían añorado, sin embargo, algo lo había cambiado todo, rompiendo esa tranquilidad, que casi podían rozar, en mil pedazos.

¿Qué vamos a hacer ahora? Se preguntaba Marta una y otra vez, mientras no dejaba de mirar a Fina de reojo. Las piernas de la mayor no habían dejado de temblar un solo instante desde que había vaciado el contenido de su estómago, mientras las náuseas seguían ahí y parecían haber llegado para quedarse, su cuerpo dolía como nunca.

Fina pensaba que no podía ser, era imposible. Ninguna había pronunciado la palabra en voz alta pero ambas pensaban lo mismo, ¿Estaba Marta embarazada? ¿Los intentos de tener un hijo con Jaime habían dado sus frutos? ¿Era este su final?

Marta era una persona ambiciosa, estaba acostumbrada a conseguir lo que quería a cada momento de su vida, la diferencia era que esto era algo que ya no deseaba y conseguirlo, lejos de hacerla sentir bien, le daba pavor.

El coche que las llevaba hasta la colonia se sentía lleno de frustración e impotencia. Era imposible hacerse a la idea de que ahora, que todo parecía estar al fin de su lado, Marta fuera a concebir una vida en su interior que iba a irrumpir en su estabilidad con la fuerza de un fusil.

A Marta la palabra responsabilidad nunca le pareció tan grande como en aquel instante en el que pensó en las copas de vino que había tomado la noche anterior. Sabía por su cuñada que una embarazada no debía beber, y pensar que ella podía estarlo y con ello pudiera haber dañado a su retoño, le hacía sentir aún peor.

La gran noche que habían tenido había pasado a un segundo plano ahora que todo se había visto envuelto en un halo inesperado de incertidumbre. Sus miradas eran frías, sus contactos inexistentes, el dolor de pensar que la separación estaba más cerca que nunca no dejaba de recrearse en su interior, sintiendose como puñaladas incesantes que desgarraban sus propias almas. Todo estaba perdido para siempre.

Pasión en libertad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora