Élan estaba sentado junto al fuego. Era una noche fría, con el cielo totalmente despejado. Lena dormía y Kilian regresaba de ir a dar una vuelta por los alrededores. Estaban acampando en una zona resguardada del bosque, y tras lo vivido en la mansión de los Trebhallion, no se sentían seguros; hacían rondas a cada hora.
—Deberías dormir, Élan.
—Tú también.
—Bueno, yo dormiré ahora después, cuando empiece tu turno. Pero no tiene sentido que estemos los dos despiertos.
—No, si no es por gusto. Es que no puedo dejar de pensar.
—¿En qué piensas? Cuéntame.
—Qué te voy a contar que no sepas... Es solo que me he alejado de la vida que llevaba antes. Era sencilla, pero segura. Aunque ahora no creo que pudiera volver a eso tampoco. Creo que nunca había sentido tanta emoción por nada en mi vida. He salido de la calle donde había pasado día tras día durante años para empezar a ver mundo, hemos descubierto personas muy variopintas, sitios increíbles... Incluso siento que tengo un propósito. Pero a veces no sé si merece la pena. Otros días siento que es lo mejor que me ha podido pasar.
—Te entiendo.
—¿Me entiendes?
—Sí. Yo dudo a menudo sobre lo que hago. El truco está en ponerse metas. No imposibles, pero sí lo suficientemente altas como para motivarnos a movernos. Claro que hay días en los que no te apetece absolutamente nada dar un paso adelante, pero cuando miras atrás y ves lo que has avanzado, el corazón te da una punzada y sabes que está bien. Cuando no sepas si haces algo para bien, mira hacia atrás y luego mira a dónde te ha llevado.
—Ya veo. Supongo que está bien. Me reconforta poder llamarte amigo.
—A mí también, Élan. Me haces pensar, que no es poco.
—Oye, algún día, ¿podrías enseñarme a utilizar tus amuletos?
—No estoy preparado.
—Sí, no pasa nada. Yo solo... ¿Escuchaste eso?
— ¡Sí! Voy a ver, quédate cerca de Lena.
—Tranquilos. No tenéis por qué preocuparos. Soy Julen—mostró un anillo de la Orden.
—¿Sucede algo? —Kilian supuso que tuvo que pasar algo grave para que no pudieran esperar al día siguiente.
—No. Sólo necesito haceros llegar este anillo.
—Es... ¿Se supone que ahora debo formar parte de la orden?
—No es eso. Este anillo es especial. Todo esto es por Lena, que ha acabado así por ir detrás de los Trebhallion. Ella ahora está contigo. Como todo agente doble, tiene sus ventajas y sus riesgos.
«Hay ciertas cosas que es mejor que ella desconozca, para evitar problemas derivados de su vínculo con esa familia. Si no sabe algo, no puede hablar sobre ello. Nosotros os seguiremos la pista. Utilizad este anillo cuando necesitéis que intervengamos».
—¿Significa eso que podemos dejar de hacer las rondas por las noches? —Élan intentó provocar una sonrisa a Julen, pero no fue el caso.
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En menos de un mes, se habían desatado todos los eventos que llevarían a Kilian a querer usar ese anillo. Ahora estaba en Corima. Sabía que sería un viaje duro, pero con lo que no contaba, era con tener que inmovilizar por su propia cuenta a Lena. Y menos de aquella manera.
Susanne apareció entre la multitud que se agolpaba para ver la pelea que estaban teniendo en el cráter un par de brujos. Fue atraída por los gritos de Lena; eran una mezcla de terror y dolor. Parecía que el poder de la sombra de su padre, Lord Trebhallion, estaban dejando de tener efecto sobre la que fuera su guardia. La consciencia plena estaba volviendo a Lena, aunque no tanto así el control. Le faltaba un brazo, arrancado de cuajo y, si bien el dolor debía de ser atroz, parecía que lo que realmente la inmovilizaba era el ataque de ansiedad que sufría al descubrir todo lo que había hecho hasta ahora por voluntad de Hato. Todas las emociones reprimidas estaban aflorando.
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Koldun
FantasyEl Reino de Rhig verá su sino truncado por las violentas turbulencias que se generan en torno al poder de los Brujos Supremos. Defender una visión puede, irónicamente, hacer que todo avance en el sentido contrario. Y en el ojo del huracán, se encuen...