~ el laberinto ~

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Semanas habían pasado desde aquel encuentro, y Max aún no podía sacudirse la sensación de que algo especial había ocurrido. Había compartido la historia con su amigo Charles Leclerc, quien lo había escuchado con una mezcla de sorpresa y diversión.

— ¿En serio te has pasado horas hablando de alguien que ni siquiera has visto la cara? —

le había preguntado Charles, riendo. Max se había sentido un poco avergonzado, pero no podía negar que su mente aún estaba llena de pensamientos sobre el chico de ojos castaños. No era solo la curiosidad sobre su identidad lo que lo obsesionaba, sino la sensación de conexión que había sentido en ese breve momento. Era como si su corazón hubiera establecido un vínculo profundo con alguien que ni siquiera conocía, y eso lo intrigaba y lo confundía al mismo tiempo.

— bueno.. tecnicamente si —

Realmente estaba avergonzado, su rostro se sonrojaba cada vez que pensaba en la cantidad de veces que había hablado sobre el chico de ojos castaños. Pero no podía negarlo, no podía ocultar la verdad: estaba perdidamente obsesionado con alguien que ni siquiera había visto el rostro. Charles no comprendía por qué su amigo estaba tan fascinado con un desconocido, por qué no podía dejar de hablar sobre él.

—¿Qué hay de especial en alguien que ni siquiera sabes cómo se llama?—

le había preguntado Charles, incrédulo. Max no tenía una respuesta, solo sabía que algo en ese breve encuentro lo había marcado, algo que no podía explicar ni comprender. La obsesión lo consumía, lo hacía sentir vivo, pero al mismo tiempo lo llenaba de dudas y temores. ¿Qué pasaría si nunca volvía a verlo? ¿Qué pasaría si sí lo volvía a ver? Las preguntas giraban en su mente sin cesar.

Era tan repetitiva esa pregunta en su mente, como un eco que no cesaba de resonar. No comprendía por qué lo necesitaba tanto, por qué su corazón anhelaba ver de nuevo a ese desconocido. Pero sabía que no podría verlo de nuevo, que la vida no siempre concede segundas oportunidades. Decidió seguir adelante, dejar que el tiempo tapara ese agujero de memoria con nuevos recuerdos, como una herida que cicatriza con el paso del tiempo. Ya había pasado varios años desde aquello, años en los que no se había sentido atraído por nadie, como si su corazón estuviera en espera de algo o alguien. Un día, sumido en pensamientos, estaba sentado en una silla de la plaza, veía fijo a un punto en el horizonte, perdido en su mente, hasta que una voz femenina lo interrumpió, rompiendo el hechizo de sus pensamientos. La voz era suave y melodiosa, como una brisa que acaricia el alma, y Max se sintió despertar de su letargo.

— disculpa ¿Estás bien? Te noto perdido —

La chica preguntaba, y él la miró, pero no respondió de inmediato. Claro que se sentía perdido, pero no de la forma común, no estaba perdido en el espacio o en la conversación. Estaba perdido en sí mismo, en su propia mente y vida. Solo quería dejar de esperar algo que ni él sabía qué era o quién era. Quería liberarse de la expectativa que lo había mantenido atado durante tanto tiempo. Lastimosamente, eso no era una respuesta que pudiera darle a la chica, ni siquiera a sí mismo. Era un sentimiento profundo, una sensación de vacío que no podía llenar con palabras. Así que se limitó a mirarla, a buscar en sus ojos una comprensión que tal vez no existiera. La chica esperaba una respuesta, pero Max solo podía ofrecerle su silencio, un silencio que hablaba más que mil palabras.

— estoy bien, solo ando pensativo —

Decía con calma, pero su mente se resistía a hablar de eso, tapando la herida con una tela para no revivir el dolor. La nostalgia y la vulnerabilidad acechaban, listas para resurgir.

— me puedo sentar? —

La chica preguntaba, con una mirada curiosa y una sonrisa amable. Él solo sonrió y asintió, sin palabras, pero con una expresión que revelaba una mezcla de gratitud y resignación. Quizás, pensó, algo de compañía no le haría mal, después de tanto tiempo sumido en sus propios pensamientos y emociones. La soledad había sido su refugio, pero también su prisión, y la presencia de esta chica desconocida parecía ofrecerle una puerta de escape, un respiro en el laberinto de su propia mente.

𝚃𝚞𝚜 𝚘𝚓𝚘𝚜... ⁽ᶜʰᵉˢᵗᵃᵖᵖᵉⁿ⁾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora