nouvelle romance

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La noche caía como un manto oscuro sobre la ciudad, envolviéndola en un silencio inquietante. Saki caminaba sin rumbo fijo, su forma de gato permitiéndole moverse con una discreción que la hacía casi invisible. Sus patas, ligeras como plumas, apenas tocaban el suelo mientras se deslizaba por las estrechas calles y callejones oscuros. La luna, oculta tras un espeso manto de nubes, apenas iluminaba su camino, pero eso no le importaba. En ese momento, la oscuridad era su aliada, su refugio.

La discusión con su madre había sido intensa, como todas las que habían tenido en los últimos meses. Saki estaba harta de las expectativas imposibles, de las exigencias constantes que su madre le imponía. Desde pequeña, se le había enseñado que debía ser perfecta, que debía alcanzar la excelencia en todo lo que hiciera. Su madre, una mujer severa y ambiciosa, veía en Saki la oportunidad de realizar todos los sueños que ella misma no había logrado cumplir. Pero para Saki, esos sueños no eran los suyos.

Cada día era una lucha constante para cumplir con esas expectativas, para ser la hija perfecta, la estudiante perfecta, la heroína perfecta. Pero la perfección era un ideal inalcanzable, y cuanto más lo intentaba, más sentía que se alejaba de ella. Y en medio de esa lucha, había perdido algo fundamental: su propia identidad.

Desde que Touya había muerto, Saki había sentido que una parte de ella también se había desvanecido. Touya había sido su refugio, su confidente, el único que la entendía realmente. Con él, no tenía que fingir, no tenía que ser perfecta. Podía ser simplemente Saki, con todas sus dudas, miedos e imperfecciones. Pero ahora que él no estaba, se sentía sola, perdida en un mundo que parecía exigirle más de lo que podía dar.

Las calles de la ciudad se extendían ante ella como un laberinto sin fin, pero Saki no tenía un destino en mente. Solo quería escapar, alejarse de todo lo que la oprimía, aunque fuera solo por unas horas. No había pensado en lo que haría después, ni en dónde pasaría la noche. Simplemente había dejado que sus patas la llevaran donde quisieran.

Mientras caminaba, su mente no dejaba de regresar a Touya. Recordaba los momentos que habían compartido, las risas, las confidencias, las veces que habían escapado juntos de las expectativas de sus padres para encontrar un pequeño respiro en la compañía del otro. Pero esos días habían quedado atrás. Touya ya no estaba, y con su partida, todo se había vuelto más oscuro, más difícil.

Después de caminar durante lo que parecieron horas, Saki se encontró en un pequeño parque escondido entre los edificios. Era un lugar que parecía olvidado por el resto del mundo, con apenas unas pocas luces parpadeantes y bancos desgastados. Pero para Saki, ese lugar ofrecía algo que necesitaba desesperadamente: tranquilidad.

Se dejó caer en el suave césped, su cuerpo felino encajando perfectamente con el entorno oscuro. Durante unos minutos, simplemente cerró los ojos, tratando de calmar su mente y su corazón. Necesitaba pensar con claridad, decidir qué haría a continuación. Pero cada vez que intentaba concentrarse, el doloroso vacío que había dejado Touya en su vida volvía a aparecer, impidiéndole encontrar una solución.

Fue entonces cuando notó la presencia de alguien más en el parque. Abrió los ojos y, en la penumbra, vio a un joven sentado en uno de los bancos. El chico, de cabello rubio y postura relajada, miraba al horizonte con una expresión que denotaba una mezcla de cansancio y melancolía. Al lado de él, había un par de cuadernos, uno de los cuales sostenía entre sus manos.

Saki observó cómo el joven pasaba las páginas del cuaderno, escribiendo algo de vez en cuando. La curiosidad la llevó a acercarse en silencio, moviéndose con la naturalidad de un felino que se siente dueño de la noche. A medida que se acercaba, pudo notar la seriedad en los rasgos del joven, una intensidad que contrastaba con la aparente calma de su postura.

ONE OF THE GIRLS |BNHA X OC|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora