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Mhariel yacía entre la paja húmeda y áspera, buscando en vano un rincón de comodidad

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Mhariel yacía entre la paja húmeda y áspera, buscando en vano un rincón de comodidad. Tras el altercado, había rehusado entregarse al sueño, pero el cansancio y el hambre la vencieron. Abandonada a su suerte, cerró los ojos, tratando de ahogar las punzadas de dolor en su estómago vacío y el anhelo de su hogar.

La oscuridad era su única compañía. Después de que Félix intentara atacarla, nadie había acudido a verificar su estado ni a ofrecerle alimento. Le parecía extraño que Fredara no se hubiera acercado, aunque fuera para llevarle un poco de agua. Sus labios estaban resecos y su estómago vacío le causaba una punzada constante. Sin embargo, decidió dejar de lado sus preocupaciones y descansar un poco, aferrándose a la esperanza de que cada día que pasaba, Eleazar se acercaba más a su rescate.

Una vez que logró sentirse un poco más cómoda, cerró los ojos, tratando de ignorar el miedo que le provocaba la posibilidad de que Félix regresara a su celda. De repente, una luz tenue iluminó el espacio, revelando una figura masculina detenida en la entrada de su calabozo. Sintió un nudo en el estómago; no tenía fuerzas para volver a enfrentarse a Félix. Se sentó y observó la silueta inmóvil, vestida con ropajes oscuros y sosteniendo algo en sus manos. Pronto se dio cuenta de que era Ángel quien estaba allí, parado ante ella.

Una mezcla de miedo y curiosidad se entrelazó en su interior. Una leve esperanza la asaltó. Anhelaba un poco de agua, cualquier gesto de humanidad, pero sabía que Ángel era un ser de las sombras, ajeno a tales misericordias. Como un oscuro demonio, comenzó a acercarse con una sonrisa enigmática. Sus ojos eran como pozos infinitos que la atraían y repelían a la vez. Con movimientos pausados, se acercó a ella, proyectando su silueta en la pared como una sombra danzante.

Cuando estuvo a su lado, Mhariel observó cómo el vampiro se inclinaba para tomar un cuenco de agua, dejándolo en el suelo. Con su otra mano, tomó un trapo y lo sumergió en el agua, dispuesto a ofrecérselo. Ella sintió cómo sus labios palpitaban, deseosos de ser saciados. Ángel llevó el trapo a sus labios, dejándolo reposar en su boca, y ella bebió las pequeñas gotas que caían, disfrutando de la humedad que calmaba su garganta. Ángel la observó con intensidad mientras el agua resbalaba por su cuello, y Mhariel se apartó un poco, midiendo sus intenciones.

A pesar de su deseo de desviar la mirada, una fuerza invisible la obligaba a mantener sus ojos fijos en él. Ángel se inclinó para estar a su altura, y levantó la mano acariciando suavemente su mejilla y trazando el camino húmedo hacia su cuello. Mhariel no comprendía lo que ocurría. Cerró los ojos, luchando contra la oleada de sensaciones que la invadían al sentir su caricia. Deseaba alejarse, pero al mismo tiempo, anhelaba sentir su contacto. Cada toque de Ángel era como una suave descarga eléctrica que recorría su cuerpo. Sin levantar la mirada, pudo sentir la respiración del vampiro cerca de su rostro, su aliento tibio deslizándose por sus labios como besos cosquilleantes. Mhariel deseaba probar sus labios, recordando el beso que una vez recibió de James: un beso casto e inocente. Pero esta vez era diferente; quería saborear la boca de Ángel y explorar sus recovecos.

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⏰ Última actualización: Aug 31 ⏰

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