[Las tareas cotidianas]

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Qué arduas son las tareas cotidianas,
cuando se oye partirse el corazón.

Cuánto pesa acomodar una sábana
donde el cuerpo ha estado incómodo
antes de toda una noche.
Cuánto cuesta estirar una almohada
donde la mente ha malpensado todas,
todas
y cada unas de las evocaciones,
antes de toda una noche.
Cuánto cuesta salir de un nido,
donde la aflicción quiere tener crías.

La cocina se hace más pequeña. Desearía que un árbol creciera en el suelo.
Los platos ya no yacen relucientes.
Ya no.
Los vasos ya no refugian licores.
Ya no.

El sofá carece de arrugas. Ya no se usa.
El polvo duerme en los muebles. Cuesta quitarlo.
La lámpara se ha fundido. Ya nadie la enciende.

Y, al final del día, me canso de no usar nada. De no quitar el polvo. De no fregar los platos. De no encender la luz que no se puede encender.
Solo observo. Observo. Me extraño.

Vuelvo entonces al nido.
Cierro mis ventanas
y, por fin:
no cuesta hacer la cama.
Las entrañas descansan.
La lámpara no está privada de fulgor.

Cierro mis ventanas y, por fin:
Escucho todo de mí.
Me revuelco en la visión.
Anhelo el momento. Y me miro.
Me miro.
Y solo vuelvo a mirarme.

La visión es clara. Tenue. Transparente.
Cuesta reconocerme. Pero soy yo.
Aquella yo. Extranjera yo. Aislada yo.
Deseada yo.
Y cierro aún más las ventanas. Y dejo que entre la brisa.

Y solo observo. Observo. Y me digo "ven". Y me fundo con ella. Y la abrazo. Y la acaricio.
La visión es clara. Tenue. Transparente.
Cuesta reconocerme. Pero soy yo.

¡Por fin no cuestan las tareas!
Todo se siente tranquilo. Feliz. Armonioso.
Me siento ensoñada. Me siento.
Me devuelvo.
Y, por fin:
No observo. Me agarro a la extranjera. Y no me extraño.
No me extraño.
No me extraño.

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⏰ Última actualización: Aug 30 ⏰

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