Capítulo 4: Acecho

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Era una noche oscura y sin luna, el tipo de noche que hacía que las sombras parecieran más largas y que los callejones se sintieran más peligrosos de lo habitual. En un rincón apartado, cerca de una fábrica abandonada, un grupo de niños y adolescentes se habían reunido. El ambiente estaba cargado de tensión y adrenalina, como si algo grande estuviera a punto de suceder.

-¿Qué onda, raza? -dijo uno de los más grandes, un chavo de secundaria llamado El Pollo, mientras se sentaba en un muro bajo - ¿Quién de ustedes trae broncas? Yo traigo ganas de romperle su madre a alguien.

Un niño más pequeño, tal vez de sexto de primaria, se rascó la cabeza y miró a su alrededor con nerviosismo antes de hablar.

-Pos... -contestó el niño, su nombre era Chucho, con la voz temblorosa-. Un morrito de mi salón se me puso al pedo hoy. Dice que ya no va a darme su lonche. Le metí un chingadazo, pero como que se me quiso poner al pedo.

El Pollo soltó una carcajada, lo que hizo que el niño se encogiera de hombros.

-¡No mames, Chucho! -dijo El Pollo, golpeando su rodilla con la mano- ¿Y no te lo chingaste? ¿Te vas a dejar de un morro de tu tamaño?

Chucho, el niño, bajó la mirada, avergonzado.

-Pos... no quería que la maestra me cachara porque ya traigo pedos con mi jefa. Pero mañana, seguro lo mando a que descanse en su casa.

-Pos mañana te ayudamos, Chucho, lo vamos a agarrar en la salida, nomás no te rajes -intervino un tercer niño, un poco más alto, conocido como El Flaco-. Si somos varios, no tiene chance.

Mientras discutían quién más había tenido broncas en la escuela, el sonido de pasos pesados resonó en el callejón. El grupo entero guardó silencio de inmediato. Los pasos eran inconfundibles: era El Neto. Un adolescente de casi dieciocho años, con fama de ser el "más cabrón del barrio", un chavo que sabía cómo meterse en problemas y, más importante, cómo salir de ellos. El Neto ya había tenido problemas con la ley e incluso había estado anexado en un reclusorio y ahí se hizo de una mala fama y cuando salió, se convirtió en un chavo que anda metido en más problemas y salió hecho todo un peleador callejero, no cualquiera le aguantaba una pelea limpia, además de que sabía pelear, hacía ejercicio para estar en forma. El Neto apareció desde las sombras, con una bolsa de papas en la mano. Sin decir nada, la arrojó al centro del grupo.

-Órale, pa' que traguen, bola de perros, que mañana tenemos jale -dijo con una voz grave y autoritaria.

El grupo se abalanzó sobre la bolsa de papas, pero sin dejar de prestar atención a lo que El Neto tenía que decir. El Neto se cruzó de brazos y miró a cada uno de los presentes, como si los evaluara.

-¿Y qué pedo? -preguntó finalmente, con un tono que exigía respuestas-. ¿Alguna bronca en sus pinches escuelitas?

El Pollo fue el primero en hablar.

-Chucho aquí se quiere madrear a un morro de su salón, pero dice que le faltaron huevos para partirle su madre hoy.

El Neto lo miró de arriba abajo, como si estuviera midiendo su valor. Sin preguntar ni perder tiempo, le propinó un golpe con la palma de la mano abierta en la cabeza a Chucho. Quién se sobó la cabeza por la fuerza del golpe.

-No seas culo, morro. ¿Qué es esa mamada de que te dejaste? Mañana le vas a poner en su madre, y si te la piensas de nuevo, mejor ni llegues aquí.

Chucho asintió rápidamente, tragando saliva.

-Simón, Neto. No hay pedo. Mañana sí me lo madreo.

-Eso espero, no quiero pinches morros culos en mi pandilla -contestó El Neto-. ¿Alguien más?

Mas Kara: Lucha libreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora