Capítulo 8: Un nuevo inicio

7 2 1
                                    

El Coyote pudo dormir en paz por primera vez, la visita de su abuelo había sido un gran consuelo para él. El Sabueso, quien en su momento fue de los mejores de México, llenaba de orgullo al Coyote, pues presentía que el talento que él heredó a su hijo: el padre del Coyote, también yacía dormido dentro de él. El Coyote pensaba que estaba destinado a ser igual de grande que sus antecesores y que algún día sería incluso mejor que todos ellos.

Si bien, pudo dormir en paz esa noche, le costó un par de días más tener el coraje para regresar a la escuela. Al llegar de nuevo a clases, sus amigos se sorprendieron mucho, estaban tan preocupados por él, y al verlo regresar a clase les alegró el día.

-¡No manches, Coyote! Nos tenías bien preocupados -exclamó Lalo, dándole un abrazo fuerte.

-Neta pensé que no ibas a volver tan rápido -añadió Yolis, sonriéndole con alivio.

El Coyote les devolvió la sonrisa, pero sus ojos dejaban ver una pizca de inseguridad.

-La neta es que me siento mejor pa' venir a la escuela, pero... no estoy listo pa' echar pleito otra vez -admitió, bajando un poco la mirada.

Lalo frunció el ceño, notando el tono de su amigo.

-¿Qué estás diciendo, Coyote? Bueno, de perdido vas a entrenar como antes

El Coyote negó, sacudiendo la cabeza lentamente.

-No me siento igual de seguro, ni pa' entrenar ni pa' pelear. Aún no... -hizo una pausa, mirando a sus amigos-. Además, creo que por ahora me voy a quedar cerca de los profes y los directivos. Ya saben todo el desmadre que pasó, y pienso que es mejor así, por si las moscas.

Yolis lo miró con comprensión y le dio una palmada en el hombro.

-No te apures, Coyote. Aquí estamos pa' echarte la mano. Tómate el tiempo que necesites.

Juan asintió con determinación.

-Simón, y mientras tanto, no dejamos que nadie se meta contigo.

El Coyote les agradeció con una sonrisa, sintiendo que, aunque el camino todavía era largo, no lo iba a recorrer solo.

Los días pasaron sin mayores problemas, y aunque El Coyote se mantuvo cerca de los profesores y los directivos, poco a poco fue volviendo a la rutina. No había prisa por volver al cuadrilátero, y en el fondo, él sabía que necesitaba más tiempo para sanar, no solo físicamente, sino también mentalmente.

Durante los recreos, Carlos, Yolis, Lalo, Juan y El Coyote se juntaban bajo un árbol, cerca del patio. A veces jugaban a las canicas, otras veces simplemente platicaban de cualquier cosa. Pero a pesar de la aparente calma, el ambiente de la escuela seguía tenso.

Los rumores sobre lo que había pasado con El Neto y su pandilla seguían volando de boca en boca.

-¿Ya oyeron lo que anda diciendo la bola de chismosos? -preguntó Lalo un día, mientras acomodaba las canicas-. Que El Neto ya tiene en la mira a alguien más.

El Coyote hizo una mueca, evitando que sus pensamientos se dirigieran a aquel enfrentamiento que todavía le rondaba en la cabeza. No quería que sus amigos notaran su incomodidad.

-Ya sabes cómo son esos weyes. Siempre buscando a quién fregar -respondió Juan con un toque de molestia en la voz, mientras mordisqueaba una manzana-. Pero pos si a nosotros que ni nos volteen a ver está bien, ¿no?

-Me siento mal por esa persona a la que ahora tienen en la mira, pero de eso a que siga detrás de... -Carlos hizo una pausa-. Pero aún así... hay que estar atentos -dijo Carlos, mirando de reojo a El Coyote.

Mas Kara: Lucha libreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora