Capítulo 6: Visitas

11 3 3
                                    

El sol apenas comenzaba a asomarse en el horizonte, pintando el cielo con tonos de naranja y púrpura, cuando Neto caminaba por las calles del pueblo. Sus pasos eran lentos, pero decididos, como si cada uno de ellos lo llevara más cerca de un propósito que había estado madurando en su mente durante toda la noche. La madrugada aún envolvía las casas en silencio, y el único sonido que rompía esa calma era el leve crujido de las hojas secas bajo sus pies. Sus ojos, oscuros y penetrantes, estaban fijos hacia adelante, concentrados en el camino que tenía frente a él.

Neto, el líder de la pandilla que controlaba las calles cuando el sol se ocultaba, tenía un destino en mente. Las sombras que lo rodeaban parecían seguirlo, como si fueran una extensión de su propia ira, una furia que había ido creciendo desde la última humillación sufrida por sus secuaces. No había dormido en toda la noche, planificando su siguiente movimiento. Sabía que para mantener su posición y respeto, debía actuar con mano dura.

El amanecer apenas se insinuaba cuando dejó atrás las últimas casas del pueblo y se adentró en el monte. Su presencia allí era inquietante, como si fuera un depredador en la caza, avanzando hacia su presa sin que esta lo notara.

Al mismo tiempo, en un claro del monte, El Coyote estaba sumergido en su entrenamiento matutino. Era sábado, y con las clases en la escuela ocupando gran parte de su tiempo durante la semana, no había podido entrenar como le gustaba. Ahora, en el silencio del monte, podía concentrarse completamente en afinar sus habilidades. Hacía dominada en las ramas de un tronco, sus brazos levantaban con fuerza todo su cuerpo, cada levantamiemto era tan bien trabajado que no se escuchaba crujir un solo hueso o articulación de su cuerpo. Su respiración era rítmica, controlada, mientras su cuerpo se movía con la precisión de alguien que conocía bien su fuerza y agilidad.

Pero entonces, algo rompió su concentración. A lo lejos, notó una figura acercándose lentamente hacia el lugar donde entrenaba. La silueta era oscura y no podía distinguir sus facciones a esa distancia, pero había algo en la manera en que esa persona se movía que lo puso en alerta. El Coyote bajó la guardia y se quedó inmóvil, observando cómo el desconocido se acercaba. Finalmente, la figura se detuvo bajo un árbol cercano, en la periferia del claro. El Coyote, con el ceño fruncido, decidió que no podía ignorar a alguien que lo observaba de esa manera tan fija y a tan corta distancia. Bajó el ritmo de su respiración y, tras un salto directo al suelo y firme, comenzó a caminar hacia el hombre. Mientras se acercaba, pudo ver mejor al desconocido: era un joven de aspecto rudo, con una mirada que irradiaba algo más que simple curiosidad. Había algo en sus ojos que ponía en alerta los instintos de El Coyote.

-Oye, ¿qué onda? -preguntó El Coyote, manteniendo una distancia prudente-. ¿Qué se te ofrece?

El desconocido no respondió de inmediato. Solo lo observó con una serenidad inquietante, como si estuviera evaluando cada aspecto de la persona frente a él. El silencio se alargó, creando una atmósfera aún más tensa.

-¿Qué quieres? -insistió El Coyote, esta vez con más firmeza en su tono.

Finalmente, el joven bajo el árbol rompió el silencio, pero no de la manera que El Coyote esperaba. Con voz calmada, casi sin emoción, formuló una sencilla pregunta.

-¿Tú eres... El Coyote?

El Coyote asintió, sin quitarle los ojos de encima. Algo en su interior le decía que este encuentro no era casual.

-Sí, así me dicen -respondió El Coyote-. ¿Y tú quién eres?

El joven se enderezó un poco, manteniendo su postura relajada, pero sus palabras llevaban un peso que El Coyote no pudo ignorar.

-Me conoces bien... Soy el Neto -contestó con firmeza, sus palabras se cargaban de un tono que denotaba autoridad-. El líder de la pandilla con la que te estás metiendo en problemas.

Mas Kara: Lucha libreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora