Capítulo 3: Esfuerzo

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[Les dejo el opening al inicio del capítulo, pónganlo antes de iniciar su lectura :D]

El sol apenas comenzaba a asomarse por el horizonte cuando El Coyote abrió los ojos. Todavía adormilado, se quedó un momento en la cama, tal vez había descansado como rey, pero seguía agotado por el entrenamiento. A lo lejos, podía escucharse el lejano cantar de los gallos que anunciaban el nuevo día. Hoy no era un día cualquiera; hoy empezaba la escuela. Con un suspiro, intentó levantarse pero el colchón no lo dejaba, quería dormir más tiempo y eso fue lo que hizo, comenzó a cerrar los ojos nuevamente y se quedó completamente dormido. Eran apenas las seis de la mañana, cuando de repente, su madre entró al cuarto y levantó al Coyote a jicarazos de agua, haciendo que este se levante de entre los cuatro sueños que llevaba ya.

-¡Ya son las ocho, es tarde! -gritó su mamá- vete a cambiar ya, alístate y vete a bañar.

El Coyote soltó un grito de niño molesto por la recién levantada en la mañana y no se quería levantar, se aferraba a la cobija como luchador haciendo un candado.

-¡No quiero, má! -gritó El Coyote.
-¡Si no te apuras te voy a encuerar aquí mero y te voy a bañar aquí! -amenazó su mamá- ¿¡Eso quieres!? Pos ve a bañarte rápido, que ya pasa de la hora.

El Coyote, resignado y aún medio dormido, soltó la cobija con un gruñido y se levantó de la cama con pesadez. El frío de la mañana lo hizo temblar, pero sabía que no tenía más opción.

-¿Quién te manda a estar entrenando tan temprano así? Casi te me mueres ahí en el monte y yo acá ni enterada -complementó la señora- dios mío... ¿Qué voy a hacer con este chamaco?

El Coyote caminó hasta el baño arrastrando los pies, todavía queriendo aferrarse a los últimos retazos de sueño que quedaban en su mente.

-¡El agua está bien fría, má! -exclamó desde el cuarto del baño.

El agua fría de la regadera lo hizo dar un brinco, despertándolo por completo. Aunque odiaba madrugar, especialmente después de un día tan intenso como el de ayer, no podía evitar sentir una ligera emoción al pensar en su primer día de clases. Había algo en comenzar algo nuevo que siempre le daba un toque de emoción a su día, aunque nunca lo admitiera.

El Coyote nunca fue a la escuela antes porque tuvo problemas económicos, pero su educación fue dada en casa mientras este lograba entrar a la primaria, comenzaría a estudiar desde el 5to año de primaria.

Ya bañado y vestido con su uniforme, El Coyote se miró al espejo mientras se acomodaba la máscara con las manos. El reflejo le devolvió la mirada de un niño determinado, con el espíritu luchador de todo un campeón. Sabía que no sería fácil equilibrar la escuela con su entrenamiento, pero estaba dispuesto a intentarlo.

-¡Ándale chamaco, que te vas a quedar sin desayuno! -gritó su madre desde la cocina.

El Coyote salió del baño rápidamente, secándose el cabello con la toalla. El aroma a frijoles y tortillas recién hechas llenaba la casa, y su estómago rugió con fuerza. Al llegar a la cocina, su mamá le tenía preparada un vaso de agua de limón y un plato bien lleno de frijoles.

-Andale, come rápido antes de que se te enfríe el plato -dijo su mamá con una sonrisa, mientras le daba un pequeño golpe en la espalda para que se apresurara.

El Coyote se sentó a la mesa y comenzó a devorar su desayuno con lentitud para degustar el buen sazón de su madre. Consciente de que la hora se acercaba, entre bocado y bocado, su mente viajaba a lo que le pensaba que le esperaba en la escuela, pero también viajaba a sus futuros entrenamiento y al torneo que no dejaba de rondar en su cabeza. Sabía que tendría que ser más astuto que nunca para poder hacer todo sin que su madre se diera cuenta.

Mas Kara: Lucha libreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora