Capitulo 12: Ajuste de cuentas

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De repente, todo pavor en El Coyote había abandonado su mente. Era como si en aquel golpe estuviera concentrado todo temor que él llegó a tener de Neto y fuera liberado con un gran impacto, dejando a Neto en claro mientras este yacía en el suelo que lo que iba a seguir de ahora en adelante era demostrar aquél viejo dicho: no hay mal que dure cien años.

Neto apoyó sus manos sobre el suelo, la fuerza con la que su cabeza fue lanzada al suelo fue tal que estuvo inmóvil por un par de segundos antes de tomar aire para levantarse. Los demás integrantes de la pandilla se pusieron en guardia y dieron un paso adelante, pero de repente, Neto reaccionó gritando a todo pulmón.

—Déjenme sólo con este imbécil, me lo voy a madrear yo sólo.

Toda la pandilla retrocedió del miedo ante la voz de su líder, quién ahora escupía la furia absoluta en cada letra que pronunciaba. Neto se terminó de levantar y se plantó frente al Coyote, a quién tenía en su mira para destruirlo de una vez.

Neto, sin perder el tiempo, agarró del cuello al Coyote y lo lanzó directo hacia la puerta, alcanzando a golpearse la espalda baja con la perilla de la puerta, a lo que El Coyote reaccionó con un grito de dolor mientras caía al suelo.

El Coyote, aún en el suelo, sintió un ardor intenso recorrer su espalda, pero no dejó que el dolor lo dominara. Con los dientes apretados y la mirada fija en Neto, se levantó despacio, con una determinación inquebrantable. El miedo ya no tenía lugar en él.

—No es suficiente... –gruñó El Coyote, con una voz baja pero firme.

Neto soltó una carcajada amarga, burlándose de su resistencia. Se abalanzó sobre él con furia, lanzando fuertes golpes, cada uno de ellos cargado con la intención de aplastar y causar dolor. El Coyote esquivaba lo que podía, pero no podía evitar todos los golpes. Sentía el impacto de cada puño de Neto, su cuerpo se sacudía la recibir cada golpe, pero su mente estaba fija en una sola cosa: no rendirse.

Con un giro de rumbo ágil y desde el suelo, El Coyote logró interceptar un golpe de Neto, lo bloqueó con el antebrazo y, en un movimiento rápido, dio una patada vertical hacia arriba, golpeando directamente el rostro de Neto. El Coyote se levantó rápidamente y Neto se dobló por el dolor, pero no cayó. En lugar de eso, rugió de rabia y respondió con un puñetazo que aterrizó en el rostro del Coyote, para después lanzarlo al suelo de una patada.

El Coyote saboreó la sangre en sus labios, pero eso no lo detuvo. En su interior, algo había cambiado. El miedo, el dolor... eran solo parte de su mente en esta batalla. Todo lo que le importaba era resistir, pelear y proteger a sus amigos.

Al mirar a Neto, el temor que antes lo dominaba se convirtió en una especie de calma. El Coyote sabía que no iba a dejar que esto terminara así.

Lentamente, se levantó de nuevo, esta vez sin dejar de mirar a los ojos de Neto, quien respiraba pesadamente. Sabía que algo había cambiado. Ya no era el mismo niño que él intimidaba.

Con esa mirada, El Coyote le hizo saber una cosa a Neto: no iba a dejarse dominar por el miedo de nuevo.

Neto, sintiendo el golpe en su orgullo más que en su rostro, escupió al suelo y lanzó una mirada furiosa al Coyote. No estaba acostumbrado a que alguien le hiciera frente así, y menos alguien como él. Avanzó de nuevo, esta vez con más cuidado, sin subestimar más a su oponente.

El Coyote, con la mirada fija en Neto, se preparó para el siguiente asalto. Sabía que su cuerpo ya estaba sufriendo, pero no iba a dejarse derrumbar tan fácilmente. Era ahora o nunca.

Neto lanzó una serie de golpes, esta vez con mayor fuerza. El Coyote pudo esquivar algunos, pero Neto no era cualquier pandillero, sabía pear y dar buenos golpes. Neto dirigió uno de sus golpes y lo aterrizó en su costado, robándole el aire. Neto aprovechó el momento y conectó otro golpe a la mandíbula de El Coyote, quien tambaleó hacia atrás, pero no cayó. Su mente gritaba que siguiera peleando.

Mas Kara: Lucha libreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora