|𝟎𝟎𝟑

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"Esa mañana anhelaba el cafe cargado que siempre preparabas y los panqueques esponjosos que sabias que amaba"

  Las cortinas grises daban acceso a la única luz en la habitación de hotel donde se encontraban esos dos cuerpos envueltos en las sábanas blancas

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Las cortinas grises daban acceso a la única luz en la habitación de hotel donde se encontraban esos dos cuerpos envueltos en las sábanas blancas. A su lado podía observar los rasgos del hombre que dormía tan plácidamente. Sus pestañas largas y caídas, la perfecta nariz puntiaguda, los tenues labios de color melocotón y los mechones rebeldes que caían sobre su cara. Había sacado una fotografía, una que llevaría en la mente toda su vida.

El pequeño reloj a su lado marcaba más de las once de la mañana. Se bajó de la cama tomando sus zapatos entre sus dedos, la bolsa hizo un leve ruido que ella misma silenció al momento. De puntillas se dirigió a la puerta que marcaría un después desde ese día. Sus falanges se enredaron sobre el frío pomo de metal y su corazón daba fuertes palpitaciones en respuesta. Dirigió una última vez su vista hacia aquel bulto sobre la cama y salió de ese lugar.

—¡Hana! ¿En dónde rayos estás? —La voz chillona del otro lado la hizo tropezar con algunas personas en la calle. Podía jurar que incluso la gente que pasaba a su lado había escuchado el reclamo de su amiga.

—Estoy en casa. Me quedé dormida

   —Eres un asco para mentir, Hana. Puedo escuchar los carros de tu lado —Se dio una bofetada interna, pues sabía que la habían descubierto.

   —Llegaré en veinte minutos. Cúbreme ¿si? Te invitaré unas cervezas en la noche

   —Veinte minutos —Le agradeció a la chica al otro lado de la línea y colgó. Las puertas el metro casi se cierran frente a ella, gracias a los caballeros que aún existen, pudo llegar. La mañana en Tokio siempre era linda, el sol era fuerte pero contrastaba con la fresca mañana de la ciudad. Entrelazó sus dedos frente a ella buscando calor. "Miarda. Olvide mi anillo"

Sus ojos verdes enfocaban el balcón frente a él, sus largos dedos jugueteaban con la sortija de plata robada. Hace minutos había despertado mientras palpaba el suave colchón buscando el calor que tanto esperaba obtener. La mujer no estaba. Pero tampoco le sorprendía. El único indicio que quedaba de ella, era el suave aroma frutal que había quedado enganchado a las almohadas.

      'En mi mente cuando ella no está justo aquí,  
       a mí lado
       Me vuelvo loco porque aquí no es donde
       quiero estar
       Y la satisfacción parece un recuerdo lejano'

El olor a limpio le reconfortaba. La tostada quemada le dejaba un mal sabor de boca, pero ese era su precio a pagar. El ascensor estaba repleto en cuanto llegó al edificio. Una mañana más en la que la señora de gafas la seguía como una chihuahua molesta mientras ladraba a sus espaldas sin aún atreverse a morderla. El café cargado en el vaso de cartón era lo único que necesitaba además de la dulce sonrisa con la que la recibió la chica a la que más quería.

𝐆𝐔𝐈𝐓𝐀𝐑 | 𝖲𝗎𝗇𝖺 𝖱𝗂𝗇𝗍𝖺𝗋𝗈𝗎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora