|𝟎𝟎𝟒

38 3 0
                                    

"Lo único dulce que me gustaba era el sabor a fresco en tus labios después de un un suave cigarro mentolado"

"Lo único dulce que me gustaba era el sabor a fresco en tus labios después de un un suave cigarro mentolado"

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


  Sus rizos desordenados caían con suavidad sobre su lienzo blanco. Su piel perfectamente cuidada se reflejaba en la pantalla de la computadora portátil, sus pestañas bailaban sutilmente en cada parpadeo cansado que él daba. Los chasquidos eran lo único que se escuchaba entre esa enorme habitación de paredes grises y muebles blancos. El palillo posaba sobre sus belfos de color coral por lo humedecidos que estos se encontraban.

  Los papeles repletos de números y letras que solo un hombre de negocios como lo era él, entendería. El repetido sonido del bolígrafo que navegaba por sus dedos de forma fluida más el nuevo sonido intruso del aparato electrónico volteado sobre su escritorio. Con pereza lo tomó entre sus manos llevándolo rápidamente a su oído sin molestarse en ver la pantalla para saber de quién se trataba.

   —¿Quién es? —respondió con un tono mordaz sin pizca de amabilidad.

   —Soy yo —El tono meloso lo hizo fruncir el ceño. No necesito ver el nombre para saber de quién se trataba. El tono coqueto y molesto de su amigo de la infancia.

   —¿Estás de vuelta? ¿Desde cuando?

—Hace unos días. He venido a verte~

—No tengo tiempo para tus payasadas

—Kyoomi, tan cruel como siempre —La voz juguetona del castaño lo hizo irritar más—Vamos por un trago, solo será un rato.

—Como sea, mándame la dirección —dijo antes de colgar.

  La luz morada contrastaba con el lugar de muebles de cuero negro. Los trajes se hicieron presentes. No era un lugar al que podría ir cualquier persona, empezando por el acceso a este. Reconoció a su amigo en cuanto entró. Se acercó a él hasta sentarse a su lado justo frente a la barra. Con una seña de mano hizo bailar al camarero para que este empezara a preparar su bebida.

   —¿Y bien? —Un saludo poco cortés, pero uno que él siempre daría.

   —Pasteles Osaka —murmuró mientras miraba curioso la bolsa blanca que su amigo llevaba colgando de sus dedos—, ¿desde cuando te gusta lo dulce? Creí que siempre seríamos fanáticos de lo salado —dijo en falsa indignación el castaño.

   —No es para mí.

—¿Tienes una nueva admiradora? —preguntó el castaño en una sonrisa ladina

—Es para Hana.

—Ah. Ya veo —siseó con tono burlón. Sus dedos golpearon suavemente la barra. Y el peli-negro no pudo evitar enfocar su vista en uno de los anillos, uno el cual llamó su atención.

—Así que...¿ya se encontraron? —preguntó mientras tomaba un sorbo del trago mirándolo por el rabillo del ojo. El chico a su lado casi expulsa su bebida por la nariz y en respuesta este soltó una risa burlona. Era fácil para él descifrar a su amigo.

𝐆𝐔𝐈𝐓𝐀𝐑 | 𝖲𝗎𝗇𝖺 𝖱𝗂𝗇𝗍𝖺𝗋𝗈𝗎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora