Capítulo seis

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— ¡Ah, ah, maldición!

Su cuerpo delgado temblaba ante los espasmos que estaba recibiendo, sus manos se aferraban a las sabanas, en la penumbra de la habitación se escuchaban los gemidos que su boca soltaba y los gruñidos del contrario que le estaba haciendo que se nuble su sensatez, las manos de su compañero se aferraban fuertemente a su cadera, estaba seguro que dejaria marcas después, el sonido de la cadera de su acompañante chocaba sin parar contra él, desesperado por la excitación que ambos estaban recibiendo debido al acto sexual que estaban cometiendo; su delicado cuerpo ardía por la pasión e excitación que su amante le estaba dando.  Trataba de callar sus gemidos contra la almohada en la que estaba siendo sometido pero su amante se lo impedía.

— No hagas eso, me gusta escucharte. — Habla el hombre mientras lo jala del cabello, separando su cabeza de la almohada. — Que la luz de la noche y dioses que nos escuchan sepan quien te está haciendo suyo.

— ¡Ah... Espera un momento! — Trató de hablar  pero solo salieron balbuceos de su boca.

El contrario era un total descarado, tomaba sin oportunidad de descanso al castaño debajo suyo que trataba de controlar su respiración, lo hacía suyo con tal fervor, se hundía en el interior del contrario, el placer que sentía era inexplicable, era una deliciosa sensación; le encantaba escuchar el sonido vulgar de su cadera chocando frenesí contra el trasero del contrario, amaba escucharlo y más cuando escuchaba su nombre, porque era por él que el de lentes se encontraba así, tan dispuesto que alzaba su trasero sin pedírselo, lo sujetaba fuertemente de la cadera. El ritmo con que lo follaba lo embriagaba tanto de placer, que dió unas ultimas estocadas antes de correrse dentro de él.

Pudo ver como el trasero del contrario era mojado por su semen.

— ¡Ah, Dios...! — Escucho el gemido sonoro de su amante mientras el se corría sobre el pecho mismo.

Lo soltó de la cadera mientras lo dejaba caer sobre el suave colchón, se recuesta al lado de él mientras ambos tratan de recomponer su respiración.

— Eso estuvo... Genial. — Habla por fin el contrario. Recomponiendo por fin su respiración

Stanford sintió su entrada aún con el semen en su entrada, escurriendo en sus piernas. Estaba cansado por el acto anterior dado.

— Me gusta lo que veo... — Murmuró el rubio mientras pasaba su mano por las piernas del contrario tocando su propio semen escurriendo del trasero del castaño.

El menor de la habitación solo atino a sonrojarse ante el toque.

— Ya basta... Estoy cansado, quiero dormir. — Le dice mientras se recuesta dándole la espalda.

— Para ser humano, tienes aguante para seguir mi ritmo. — El rubio dice insistiendo en la conversación.

— ¡Ya dije que quiero dormir! — Le grita mientras le tira una almohada en el rostro. — Entiendo que tú no duermes a veces pero yo si lo necesito.

Bill solo puso soltar un gruñido en molestia.

— Está bien Sixer, ya que insistes, me largo. — Decía mientras se levantaba de la cama y se ponía su ropa. — Nos vemos después Fordsy. — Fue lo último que escucho mientras la habitación se ponía en silencio.

— Yo no dije eso... — Fue lo último que dijo antes de que el otro de retiraba.

No entendía el porque Bill la mayoría de veces se retiraba después de su sesiones de "dándose amor"

Se sintió frustrado.

Bueno, al menos ahora podría dormir tranquilamente.

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Ramé || BillfordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora