~ También es mi hijo.

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Nuestra historia

Apenas volvió al extranjero, Satoru se encargó de organizar cada trabajo pendiente que tenía.
Líbero algunos días de su agenda para los siguientes meses y por primera vez después de mucho tiempo, tomó el teléfono y llamó a Ijichi para pedir su ayuda.
Siendo una de las pocas personas que tenía a su lado, le encargó la importante misión de buscar un buen psicólogo.

Realmente deseaba mostrarle su mejor lado al niño, pero no podía hacerlo si su Alpha estaba dañado... y fue así como emprendió su nuevo camino.
Entre sus visitas mensuales, reuniones de trabajo, sesiones de terapia y la convivencia con su pequeño hijo, Satoru por fin veía la luz al final de ese oscuro pasillo.

Sentía la libertad que por muchos años creyó ausente, permitiéndose seguir adelante. Aun si había ocasiones en las que tenía recaídas, pensaba en lo único que le daba fuerza para seguir... su bebé.
Dejando que el tiempo avanzara aún más, llevándose todas y cada una de sus penas.
Por el bien del niño, Satoru prefirió seguir con la mentira del "buen amigo" por unos años más... al menos hasta que tuviera la edad suficiente para entender todo lo que había sucedido.
Mientras procuraba estar ahí en cada evento importante, su cumpleaños o simplemente por si necesitaba algo.

Convirtiéndose en alguien relevante en su vida... cumpliendo el papel que le correspondía como padre, desde otra perspectiva.

Sin embargo, no todos parecían estar alegres con eso.

— ¿Cuánto tiempo más, Yūji?— preguntó molesto el peli negro mayor.— ¿Acaso no piensas decirle a Satoru que deje de ver al niño?— soltó, manteniendo su vista en el rosado.

— ¿Por qué haría eso?— se molestó, ahí estaba la misma charla de todos los días.— Tiene derecho a estar cerca, además, no ha hecho nada fuera de lugar y siendo muy considerado permite que el niño te siga llamando papá.— dijo sin rodeos.

— Pasa mucho tiempo con él... después nos pedirá vivir juntos para no tener que separarse.—seguía sin agradarle la idea.

Tras diez años de tenerlo cerca junto al niño, Suguru veía a Satoru hasta en la sopa, lo que comenzaba a cansarlo pues internamente su Alpha sentía la invasión en su territorio, creyendo que le robarían al niño.

— Cuando eso suceda, con gusto puedo mostrarte la salida de mi casa para que te vayasy no tener que verlo.— no pensaba muy bien lo que decía.

De igual forma estaba cansado por oír las quejas del más alto.

— Espera un momento.— escuchar aquello lo inquietó.— ¿Acaso estas esperando que Satoru regrese por ti también?— golpeo la mesa.— ¿Todavía te gusta, no es así?— se puso de pie.

Hasta ese momento, ambos se encontraban tomando el desayuno en la cocina.

— ¿Por qué te interesa saber?— volteo a verle con molestia.— Es mi vida privada y no tengo que compartirla ni contigo ni con nadie... además, te guste o no, Satoru siempre estará presente en su vida.— en ese momento fue su Omega quien habló.— Cuando te ofreciste a criarlo sabías perfectamente que algo así sucedería tarde o temprano, así que no quieras victimizarte.— retomó su comer.

No había cocinado para dejar la comida ahí.

— ¿Qué quieres decir con eso?— se acercó al peli rosa.

— Esta farsa se acabará pronto, Suguru.— dijo sin más.

— ¿Cómo puedes hacerme esto a mí?— exclamó con fuerza.— Yo que he dado lo mejor para sacarlos adelante.— se sentía herido.— ¿Piensas desecharme cuándo ya no me necesites?— estaba llegando al límite.— No, Yūji... eso no va a pasar, tú no puedes alejarme de mi hijo... ¡Tengo derecho a decidir!— gritó eso último.

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