Seis / Tensión Latente

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La atmósfera es tensa, pero siempre positiva después de finalizar cada servicio, aunque suele depender de lo agradables -o no- que sean los comensales. Ahora, a puertas cerradas, nos encontramos limpiando y recogiendo antes de largarnos como si nuestra vida dependiera de ello, deseosos de tomar tierra en la cama de cada uno. Entre semana nada más que trabajamos el servicio de comidas, el resto de la tarde gozamos de nuestro tiempo libre.

El sonido de platos y cubiertos junto al murmullo de conversaciones y risas cansadas llena el ambiente, mientras que yo superviso el trabajo y aseguro que todo quede en orden antes de marcharnos. Nos movemos sincronizados como una máquina bien engrasada hasta que doy con Beatrice al mismo momento que recibe una llamada.

—¿Restaurante Etéreo? —pregunta formalmente a la persona que estaba al otro lado de la línea.

Se paraliza y gira en mi dirección con rapidez y los ojos como platos, provocándome la necesidad de preguntar en un susurro el motivo de su reacción y lo hago. Aparta el aparato de su oreja un segundo.

—Llama a Nico, corre. ¡Es la Guía MICHELIN! —Zarandea la mano con urgencia instándome a moverme.

Mi corazón da un vuelco y me apresuro. No puede ser. Tengo un nudo en la garganta y contengo mi emoción ahogando un chillido.

Por favor que sea la estrella.

Llego a la cocina y encuentro a Nico revisando el inventario junto a otros compañeros. Están hablando distraídos hasta que aprieto su brazo con urgencia y ponen su atención en mí.

—¡Nico! —exclamo con la respiración agitada —. Es la Guía. ¡Corre!

—¿Qué? —Pierde el aliento.

—¡Beatrice está hablando por teléfono con la Guía MICHELÍN! —Sus ojos brillan con anticipación.

Nico se congela en su lugar procesando lo que acabo de decirle y tengo que tirar de él hacia la sala para situarnos alrededor de una de las mesas.

Beatrice pone la llamada en manos libres para que todos escuchemos la conversación más importante de nuestras vidas hasta ahora. Puedo ver que los demás trabajadores siguen con sus tareas, pero manteniendo un oído al tanto de lo que pasaba. Cotillas.

—Bien, ya estamos aquí —aclara Beatrice

Está apoyada en la mesa y noto que trata de aclarar su voz con un disimulado carraspeo, que tiembla al igual que sus manos. Doy un apretón en una de ellas para reconfortarla y me regala una mueca nerviosa.

—Genial, como iba diciendo. Soy Marina, de la Guía MICHELIN. Llamaba para informarles de que, después de que nuestros inspectores se hayan sentado en vuestra mesa y hayáis pasado los criterios de evaluación, recibiréis este año el reconocimiento de la Guía con una estrella MICHELIN y quedáis invitados a la gala de entrega que se celebrará el próximo mes —Habla con tono cálido sin perder la formalidad al escuchar nuestras reacciones —. Recibiréis un correo electrónico con todos los detalles. Felicidades y buen trabajo.

Beatrice termina con la conversación agradeciendo y al colgar lleva una mano a su boca por la impresión que ahora mismo estamos sintiendo. Nico cierra los puños en signo de triunfo y yo voy a empezar a cubrir mi cara con ambas manos. Lagrimas de felicidad caen sin disimulo por mis mejillas y dejo salir mitad risa, mitad sollozo.

La emoción estalla y Nico me levanta en peso girándome en el aire como un muñeco de trapo, apenas puede contener la euforia y nos unimos en un abrazo y risas sofocadas. Beatrice llora abiertamente como nunca la había visto y somos incapaces de ocultar la alegría.

LEGADO // #SecretosOcultos1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora