Uno / El Último Adiós

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A mi padre, por enseñarme que
incluso las buenas personas
se pierden en el camino y
nunca
nunca
nunca más

regresan.



De alguna manera me sentía capaz de verme a mí misma recostada en ese sillón individual, siendo nada más que una simple observadora externa y ajena al resto de personas que se encontraban en la sala. Podía verlos y escucharlos hablar entre susurros, preguntando y refiriéndose a mí como la hija porque siquiera ellos me conocían después de veintidós años, aunque siendo francos, yo tampoco tenía ni idea de quienes eran ellos. Escuché a supuestas primas y primos lejanos, viejos conocidos y amistades varias mantener conversaciones que poco me importaban, además de darme su más sentido pésame, a lo que yo respondía con un simple "gracias".


*llamada perdida de Abuela* 02.40 am

Hola abuela, qué pasa? Estaba durmiendo.

2:43

Llámame por favor

2:44


Me sentía una intrusa en el velatorio de mi propio padre. ¿Qué esperaba después de seis años sin contacto? Soy consciente de una pérdida que no me duele en el alma, sino en la pena. Nunca desee que esto pasara, pero mentiría si dijera que nunca llegué a pensarlo, es la forma más cercana en la que podía imaginar a una persona drogodependiente con demasiados intentos fallidos de desintoxicación y visitas a la cárcel. Aun así, todos estos años parecían no haber sido suficientes para interiorizar lo que ahora siento, porque ha muerto de repente sin más motivo que el de un infarto entre rejas, cuando no tenía ni la menor idea de que lo habían vuelto a encerrar. Ha muerto después de seis años sin verlo, sin que él me viera, solo... ¿Se sentiría orgulloso de mí si supiera lo más mínimo de mi vida? ¿Si me conociera, acaso? Me pregunto si me hubiera dolido el alma por su muerte si hubiera sido un padre decente.

Llegué a creer que el día de su muerte sentiría rabia y enfado entremezclados, pero no era el caso, suponiendo que me quedaban fases del duelo a las que llegar. No me veía capaz en este momento de culparle por lo que nos había hecho pasar, porque era una persona que difícilmente pensaba en lo que hacía y las consecuencias que acarrearía. A mi parecer, las personas con problemas de drogas también terminaban despersonalizadas de alguna forma, ajenos al sufrimiento de los demás y entendía que no solo le resultase difícil, sino imposible mejorar tras tantos años consumiendo. Me gustaría creer que en algún momento de su vida lo intentó de verdad.

Desearía que hubiera sido el peor de los padres; el trauma sería el mismo y llevaría esta situación mucho mejor desde el odio y sin una mínima gota de empatía. Sin embargo, no fue así, hicieron bien escondiéndonos la realidad que acechaba cada vez más cerca conforme cumplíamos años. Spoiler: a partir de una edad todo empieza a resultar más evidente.

—¿Cómo estás? —mi hermana interrumpe mis pensamientos y es ahí cuando me doy cuenta de que está sentada en el reposabrazos del sillón en el que he perdido la cuenta del tiempo que llevo. Me frota el hombro con cariño y se me aguan los ojos por milésima vez en el día al ver los suyos repletos de venas rojas. ¿Los tendré yo de la misma forma?

Hay muchas cosas difíciles en la vida, demasiadas personas que sufren las mayores atrocidades por las que pudiera pasar un ser humano, pero me arriesgo a afirmar que el dolor que se siente al tener que llamar a tu hermana por teléfono para decirle que nuestro padre ya no está, es algo imposible de digerir.

—Bien, mejor —le sujeto la mano que sigue apoyada en mí y acerco mi cara para recostarme en ella —. ¿Te apetece que salgamos a fumar? —mi hermana asiente.

LEGADO // #SecretosOcultos1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora