Dos / Sabor Amargo

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—¿Hago tostadas para ti también?

—¡Y un café! —grité desde mi habitación.

Terminé de peinarme el pelo mojado para dejar que secara al aire. Estábamos en septiembre y podía seguir aprovechando la temperatura para ahorrar un tiempo que me faltaba por todos lados; mientras tanto Maude, mi compañera de piso, preparaba el desayuno para ambas. Era mi mejor amiga desde hacía ya cuatro años y su misión principal consistía en que ingiriera el mínimo alimento antes de salir de casa todas las mañanas. Era un hecho que no solía tener apetito por las mañanas, en la mayoría de ocasiones me bastaba con introducir un café a mi cuerpo. Terminé de sellar mi maquillaje con polvos y colorete, di un toque de rímel a mis pestañas y me dirigí hacia el salón, donde ella ya había empezado a desayunar.

—En serio, nunca voy a acostumbrarme a que tardes tanto en salir de tu cueva por las mañanas.

Mentiría si dijera que no era el pan de cada día así que solamente opté por empujar su cabeza antes de sentarme a su lado, sabiendo que hay guerras en las que es mejor no pelear.

—¿Piensas hacer algo interesante con tu vida el día de hoy? A parte de esperar a que tu novia venga a verte.

—Oh claro, espero impaciente a que llegue el día en el que pueda decirte lo mismo —reí al conseguir molestarla —. Y sí, sí que tengo cosas que hacer, como por ejemplo ir a clase. Otros no tienen la misma suerte que tú.

Siguió comiendo su tostada de aguacate mientras yo bebía mi café. Di un bocado a la mía y a la vez que miraba cualquier tontería del móvil continue hablando con ella.

La siguiente media hora se basó en hablar sobre su carrera y mi trabajo. Maude estudiaba Psicología y estaba en su tercer año, a la vez compaginaba su tiempo libre con el trabajo y ver a Nerea. Llevaban un año saliendo, era la primera chica con la que había salido después de tantos intentos fallidos con hombres a los que se les podría cuestionar su inteligencia emocional. Hacían buena pareja y Nerea era de las personas más agradables que había conocido, solíamos salir las tres juntas a tomar algo y pasaba bastante tiempo en casa, sobre todo después de conseguir una plaza de trabajo en la ciudad. Ella era Policía Nacional, especializada en la Unidad de Drogas y Crimen Organizado (UDyCO) y llevaba ya unos meses en el Cuerpo, lo que le había costado sudor y lágrimas. Irónicamente la peor parte se la había llevado Maude, quien no había perdido el tiempo en exteriorizar lo mucho que la echaba de menos durante todos los meses de distancia. Spoiler: se veían todos los fines de semana.

—Me voy ya, no me gustaría llegar tarde —la despedí con un beso rápido en la frente y cogí mis cosas de la mesa.

—¡No te has terminado la tostada! —en ese momento yo ya estaba saliendo por la puerta, volviéndome a librar de otra de sus reprimendas —. ¡Gala!

—¡Nos vemos esta noche! ¡Te quiero!

Cerré la puerta y llamé al ascensor mientras me ponía los auriculares. Nada más salir del edificio comencé a sentir el calor húmedo y típico del Mediterráneo, el cambio climático ocasionaba que la temperatura fuera cada vez más insoportable.

En el camino hacia el trabajo siempre desconectaba apreciando a las personas ajenas a la vida del resto. En mi móvil se reproducía Runaway de Kanye West que, aunque no me hacía especial gracia como persona, me alentaba a crear escenarios ficticios. Había pasado un mes desde la muerte de mi padre y emocionalmente me sentía mucho mejor, como pensé, la ausencia seguía siendo la misma que estos seis años. No he vuelto a hablar con mi familia paterna desde el velatorio, algo que tampoco veía necesario, aunque aprovecharía al terminar el finde para llamarles y preguntar qué tal va todo.

LEGADO // #SecretosOcultos1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora