Epílogo

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Varios meses después...

El segundo momento más importante en la vida de Alice y Mak había llegado. La rubia pasó toda la noche con contracciones y el dolor más horrible que en su vida jamás había experimentado. El mejor hospital de Polonia fue tomado por la organización y Aysel, como de costumbre, era la encargada de vigilar los partos de cada una de las chicas. Las contracciones fueron más seguidas y el momento de pujar había llegado. Alice fue llevada a la sala de partos y en compañía de Mak y Aysel, empezó la traída al mundo de Hope.

—Vamos, Alice, tú puedes —decía la doctora, animándola a pujar, ella estaba cansada de intentarlo, era tan doloroso ahí abajo.

—No puedo... —sollozaba—. Dios, esto duele demasiado. Probablemente, se me salgan las hemorroides con todo el esfuerzo que me encuentro haciendo y después... ¡AAHH! —una contracción la golpeó nuevamente.

—Vamos, cariño, puja —Alice obedeció, Mak le daba muchos besos mientras trataba de no quitarle la cabeza a la doctora, para aliviarle el dolor a su mujer.

—Tranquila, mi amor, pronto dejará de doler...

—¿Sí? ¡Pues deberías estar tu aquí acostado mientras la vagina se te desgarra y una enorme cabeza intenta salir por ella! —le gritó mientras seguía pujando—. Es que te juro por mi vida que no vuelvo a tener un hijo contigo, Maksym. ¡Eres un cabezón! Yo no tengo la cabeza tan grande para desgarrar... —volvió a callarse, cuando sintió la cabecita de su bebé afuera.

—Tranquila, cariño. No pujes, espera hasta que vuelvas a sentir la necesidad de hacerlo —la doctora intentó no reírse de la situación en la que Mak estaba metido.

Media hora después, había nacido su preciosa Hope. Una niña de 2 kilos 900 gramos. No era cabezona, como dijo su madre mientras sentía dolor. En el momento en que Alice tuvo a su pequeña niña en sus brazos, su mundo fue más perfecto y especial. 

El amor que los padres sentían hacia la pequeña era inexplicable. Las sonrisas y las lágrimas no faltaron y cuando llegaron a la habitación, las felicitaciones de todos volvieron a llegar. 

Era un momento especial y sin pensarlo, habían armado una pequeña familia de tres.

—Te amo, Alice —dijo Mak, con un nudo en la garganta. Se sentía el hombre más feliz y afortunado del mundo.

—Te amo, Mak —sollozó, viendo a su pequeña hija—. Nuestra bebé al fin llegó a nosotros.

Ambos la miraron con devoción y sí, el amor a primera vista existió con Hope.

***

Un año después...

Había pasado un año desde la llegada de Hope a la familia. En la organización polaca jamás se volvió a estar triste. Todos amaban a Hope y sí, ella se convirtió en la princesa de Polonia. Una pequeña bebé que apenas pronuncia palabras, tenía el mismo poder que sus padres.

Si ella quería una bomba nuclear, obviamente Maksyn se lo daría. 

—Amor, no podemos hacer que Hope pase hambre —le comentó Mak, entrando a la cocina, con la niña en sus brazos.

—No está pasando hambre, Mak, solo se le cayó la galleta al suelo —mencionó Alice, buscando el tarro de galletas que Nicole les acababa de traer.

Hoy era la primera vez en meses que volvían todos a encontrarse. El Sacerdocio se tomó un descanso después de la muerte del rey de Finlandia, ya que la policía tenía sospechas de ellos. Obviamente, Dereck se hizo cargo de muchas cosas, pero la recomendación principal era parecer tranquilos.

La Princesa del MafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora