Alice decidió salir a dar una vuelta por el palacio. Sabía que estaba segura hasta cierto punto, pero se sentía asfixiada con sus emociones. Odiaba ser la única que quería, sentía y pensaba. Era difícil para ella imaginar que él pudiera simplemente ser honesto. Alice estaba en aguas turbulentas. Si ella daba un paso en vano, se ahogaría y nadie se daría cuenta. Estaba sufriendo por lo que Maksym no hacía. Estaba sufriendo por lo que el mafioso no decía y sí, estaba sufriendo por lo que su mente le mostraba como verdades.
Quería sentarse a llorar, pero tampoco podía hacerlo porque las lágrimas no le salían. Era tanta rabia por todo. ¿Qué le costaba tener una vida normal? No era una mujer egoísta, mala o problemática. Aprendió a recibir todo lo que la vida le tenía preparado y sin quejarse. Las veces se quejó fue golpeada y con Maksym... comprendió que jamás se entenderían.
Suspiró y se sentó frente a un lago. Estaba en la parte de atrás del palacio y se podía respirar con tranquilidad. Esperaba que sus pensamientos se calmaran y dejaran de lastimarla también.
Ella no volvería a estar con él solo por sexo. Si ya no había química y si él ya no sentía lo mismo por ella, lo entendería, pero no tendrían sexo nuevamente. Le dolía, pero no lo haría. Si el no saber que sentía por ella la estaba hiriendo, el sexo siempre termina dañando más.
—Alice...
—Déjame sola. Eres a la última persona que quiero ver —respondió con un nudo en la garganta—. Dame espacio.
—No puedo darte nada de lo que me pides —se lamentó—. Y tampoco puedo dejarte sola.
—Por qué soy tuya, ¿no? —hizo pucheros—. ¿Ya se está llegando mi tiempo y debo volver? Ah, no... como es solo sexo debo tener fecha límite y ya esto va a caducar —se levantó del suelo—. Ahora todo tiene sentido. ¿Te diste cuenta de que no puedes darme afecto, pero sí sexo? Solo que el jodido sexo también caducó. Entonces vienes a secuestrarme porque soy tuya y eres tan malditamente egoísta que no me vas a dejar ir, ¿es así? —lo enfrentó. ¡Dime algo! Ah... ya no quieres hablar tampoco. Entonces déjame aquí y vete.
Maksym la miró y no podía estar más equivocada, pero tampoco podría decir nada que la consolara. Si decía que la amaba no le creería y si le decía como se sentía... probablemente tampoco lo haría.
—No puedo hablarte de sentimientos porque no los conozco como tú quisieras que lo hiciera. El hecho de que no demuestre o te quiera de la misma manera que tú lo haces, no quiere decir que no lo haga...
—Claro, es mi culpa —lo miró indignada.
—No, no lo es, pero te pido amablemente que me dejes terminar —ella le hizo una mueca de desagrado—. No puedo poner en palabras lo que siento porque lo único que sale de mi boca son amenazas y como hacer mi trabajo. He vivido toda una vida en la mafia y solo sé eso. Matar y no dejarme matar. Cuidar a mi familia es mi tarea favorita, pero no sé si los amo. Si les pasa algo sé qué me destrozaría...
—Vale, hablemos de tu familia y tus problemas de afecto qué vienen de niño. Después te explico lo que yo viví y nos convertimos en hospital para sanar nuestras heridas pasadas —lo interrumpió con sarcasmo.
—No te pido que me creas ni que me entiendas... solo te pido que me escuches—suspiró—. Eres hermosa y con una sonrisa encantadora. Tienes una mente brillante y a la vez tormentosa. Rebelde y dulce a la vez. Le temes a todo, pero le haces frente a lo que hay adelante. No lloras, pero tus bonitos ojos se cristalizan y me desarmas por dentro cuando me ves. Me despierto y pienso en ti y en como enfrentaras el día. En como te irá y si en algún momento te toparás conmigo. Desconozco tus gustos y he tratado de investigarlos, pero no los consigo. Si estás lejos me duele y si estás cerca te lastimo...
—Es obsesión... no amor...
—No sé amar, Alice, pero quiero que tú me enseñes a amar. Quiero amarte de la manera en que tú quieres porque la mía solo te lastima. Yo no quiero seguir hiriendo tus sentimientos y mucho menos quiero alejarme de ti. No quiero que regreses a mí porqué eres mía... —tragó grueso—. Quiero que regreses a mí porqué quieres y te sientes segura. Sí, quiero que vuelvas a Polonia porque ahí estarás a salvo de tu padre.
—Él vendrá igual por mí —le sonrió con tristeza, ignorando el resto.
—Te pasa algo y mi mundo se acaba, Alice. No tendría sentido para mí y acabaría con todo a su paso. El dolor de perder a alguien de mi familia sería soportable, pero a ti no... simplemente imaginarlo no puedo.
—¿Cuándo fue que empezaste a pensar así? —lo miró incrédula.
—Desde el día que te besé en el pasillo de tu habitación. Te metiste en mi mundo y nunca saliste. No te pido que me creas, solo te pido que me des la oportunidad de aprender a demostrarte lo que siento y que esos sentimientos lleguen a ti —admitió. Fue sincero. No sabía cómo poner en palabras lo que sentía por ella, pero era honesto con todo lo que dijo.
—No quiero sexo...
—¡Salgamos! Tengamos citas y dejemos el sexo. Prometo no tocarte si tú no me lo pides y haremos las cosas a tu modo —le respondió rápidamente—. Vamos a intentarlo.
—No volveré a la mansión contigo. Quiero estar fuera de tu alcance y que me des libertad —se cruzó de brazos.
—Pero en Polonia. Te daré todo lo que quieras, pero en Polonia.
—¿Aquí por qué no?
—Porque el Sacerdocio no tiene tanto poder aquí y si tu padre aparece... —no podré matarlo, pero no le dijo eso—. Tendría que hacer las cosas con leyes reales y Alice, yo no sigo órdenes de nadie.
—Del Sacerdocio.
—Somos mafiosos y nos entendemos —se miraron unos segundos y ella asintió.
—Regresaré a Polonia, pero no ahora. Arregla tu mente y busca un lugar en donde yo pueda estar. Me quedaré en Alemania unas semanas más. Quiero disfrutar de mi libertad —le comentó.
—Bien... pero no estarás sola —ella frunció el ceño—. Dejaré a varios de mis hombres aquí. No confío en esta gente y ya me enfrenté a la emperatriz. Creo que la insulté, pero la única que tiene título para mí, eres tú.
—¿Ves por qué te digo que eres un bruto ignorante? —lo miró mal—. Bueno, tu problema con la emperatriz no me incumbe. Solo vamos a salir y ver si esto funciona y si yo veo que no, me dejas ir.
Él alzó una ceja.
—Seguro que sí —mintió.
Era mafioso y no la dejaría. De los hombres del Sacerdocio, él era el más terco y sí, haría lo que fuera porque Alice no lo dejara y lo amara.
—No te obsesiones conmigo, Mak. En estos momentos te odio.
—No podría esperar otra cosa de ti —miró hacia el lago—. ¿Puedo hacerte compañía? Me voy en unas horas.
—Bien, pero no quiero que me hables.
—Puedo intentar en tu idioma...
—Mak...
—Bien —le sonrió y se sentaron.
No sería fácil para los dos. Había sentimientos, pero ninguno lograba expresarse como quería. Ambos se querían de la misma manera, pero había algo que los detenía y no podían llegar a entenderse como se debía. Alice quería creer en Mak, pero un día se sentía querida y al día siguiente, solo un objeto sexual.
Tal vez las palabras dichas en Miami todavía le hacían eco a la rubia.
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La Princesa del Mafioso
Roman d'amourLibro n°2 de la Saga Sacerdocio Maksym, líder de la mafia Polaca, siempre fue un hombre recto y tranquilo. Fue el último en ingresar al Sacerdocio y lo hizo con la intención de mantener su organización en orden. Perfeccionista y frívolo. Nadie quer...