2. el falso testigo

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—Sientese —ordenó Juanjo al testigo—. Dígame su nombre.

—Soy Daniel, Daniel Hernández, el padre de Laura.

Juanjo intentó mantenerse sereno, pero a la cabeza le venían muchas dudas. Si Laura no tenía relación con su padre, ¿Cómo sabía que había desaparecido?

—Cuéntame todo lo que sepas.

—Ayer iba a quedar con mi hija, habíamos hablado para intentar perdonarnos. Me dijo que iba a casa de su primo y que luego vendría. Nunca apareció.

—¿Y cómo estás tan seguro que fue culpa de Martin?

—Porque ya le dije que él fue la última persona que le vio.

[...]

El sol comenzaba a ocultarse entre los edificios, el día había sido largo tanto para el inspector como para el sospechoso. En la comisaría las horas avanzaban y sabían que cada segundo contaba. No había ninguna llamada de rescate ni nada. Después de esa reunión con Daniel estuvo investigando en su ordenador, había cosas que no cuadraba. El supuesto testigo no aportó nada de información relevante.

Juanjo regresó a la sala de interrogatorios. Martin seguía sentado en la misma silla que se sentó horas atrás, miraba la puerta en busca de un ángel de la guarda y solo veía a Juanjo.

—Martin —dijo Juanjo mientras posaba su móvil encima de la mesa—. Acabo de reunirme con un testigo, con su padre. Necesito que seas completamente honesto conmigo y me lo cuentes todo. Su padre no para de repetir que tú eres el culpable.

Martin visiblemente cansado asintió. Quería acabar cuanto antes con todo esto cuanto antes. Él no tenía nada que ocultar, pero el temor le invadía.

—Lo que quieras saber, inspector —respondió sinceramente—. Como si me quieres poner la máquina de la verdad.

—Esta mañana mencionaste que Laura había discutido con su novio. ¿Qué más sabes? ¿Tienes conocimiento de que ella quería dejarle ¿Mencionó a su padre? —preguntó Juanjo.

—Sí, eso me dijo. Estaba muy molesta, y creo que estaba decidida a dejarle. La foto de ayer fue la gota que colmó el vaso. Estaba harta de las mentiras, de los insultos... —respondió sinceramente.

—¿Tienes algún motivo para pensar que su novio podría estar involucrado en su desaparición?

—No lo sé, de verdad inspector —dudó Martin—. Siempre pensé que era un tío peculiar, controlador y raro. No me caía excesivamente bien, pero nunca creí que fuera capaz de ponerle ninguna mano encima a Laura.... Ahora ya no estoy tan seguro.

—¿Me puede decir su nombre?

—¿El del novio? —Juanjo asintió como respuesta a la pregunta de Martin—. Se llama Mario, Mario González.

Juanjo anotó su nombre en la libreta y lo rodeó y subrayó con fuerza. Hasta ahora el principal sospechoso era Martin, pero iban saliendo más personas; el padre con mucha insistencia en que era Martin el culpable y, ahora, el novio que era un controlador.

—¿Recuerdas si Laura te dijo algo sobre donde iría luego?

—No, dijo que necesitaba pensar y estar sola. Nos despedimos con un abrazo y no parecía molesta ni nerviosa.

El inspector quedó en silencio asimilando toda la información.

—Quiero que sepas que vamos a revisar todas las pistas —dijo levantándose Bona de la mesa—. Si estás diciendo la verdad, todo esto acabará pronto.

Martin asintió y volvió a quedarse a solas con otro agente.

[...]

El jefe de policía, el comisario Sanz, esperaba al inspector de policía, Juanjo, en su despacho mientras revisaba unos papeles.

entre la espada y la paredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora