3. mercedes benz

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Juanjo, junto con el comisario Sanz, observaban en el despacho las grabaciones de las cámaras de seguridad que apuntaban a la casa y a la calle de Martin. Aunque nadie podía confirmar completamente su inocencia, al menos de momento, pero a simple vista y gracias a las imágenes que tenían ante sus ojos, este no había participado activamente en la desaparición.

Las cámaras grabaron como Martin llegó a su casa alrededor de la dos de la tarde. Más tarde grabaron como Laura entraba a las 19:30, saliendo de su casa dos horas después de casa de su primo. Lo que le llamó la atención fue el intercambio de coches. Se marchaba en uno diferente al que llegó y, además, debía conocer

—Espera —dijo Juanjo de repente, mientras retrocedía la grabación.

—¿Qué pasa?

—Laura llegó a su casa en su coche y se fue en otro. Alguien la recogió.

—¿De qué hablas?

—Fíjate bien, llega en un Seat Ibiza gris y se monta en un Mercedes Benz negro.

—¿Y su coche? ¿Sigue allí?

—No, mira. — Juanjo señaló la pantalla—. Alguien se sube a su coche y se marcha, pero no se le ve la cara. Es alguien que conoce la existencia de esas cámaras.

—¿Qué empresa controla las cámaras?

—HBU

—¿HBU? —alzó Juanjo la ceja—. ¿De qué me suena?

—Martin —dijeron al unísono. Parecía que el informático estaba más detrás de la separación de lo que les gustaría.

[...]

Minutos después, Juanjo irrumpió en la sala dando un fuerte golpe en la mesa que hizo que Martin se sobresaltara.

—Las cámaras de tu casa.

—¿Qué cámaras?

—No te hagas el tonto, Urrutia —exigió Juanjo—. Al principio parecías bueno y todo.

—No sé de qué me hablas.

—Las cámaras y tu empresa. No nos tomes por idiotas.

—-Yo no tengo nada que ver, lo juro. —confesó—. Si me dejáis ver las grabaciones os puedo ayudar.

Juanjo frunció el ceño, no sabía si era buena idea que el sospechoso viese unas grabaciones. Pero una corazonada le dijo que lo hiciera. Encendió la tele de la sala y, junto con el comisario Sanz, esperaba la respuesta de Martin al ver dicha grabación.

—Ese coche lo conozco.

—Di —ordenó el comisario, impaciente.

—Es el de Mario, su pareja.

[...]

La noche cubría la ciudad. Solo se escuchaba el tráfico y algunos puntuales ladridos de perros. En un pequeño apartamento de la ciudad se encontraba el piso de Mario. Cuando interrumpieron su casa, el novio de Laura, estaba en su sofá bebiendo una cerveza. Dos golpes secos resonaron en la puerta.

—Policía, abra la puerta —se escuchó al otro lado.

El corazón de Mario comenzó a latir con fuerza. Se levantó con dejadez y abrió la puerta como si no fuera con él. Al abrir, se encontró a dos agentes, Alex y Bea. El inspector Juanjo y Lucas habían quedado en comisaría revisando pruebas y corroborando coartadas.

—¿Mario González? —preguntó Bea sabiendo la respuesta.

—Sí, soy yo —afirmó—. ¿Qué sucede?

entre la espada y la paredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora