1. la desaparición

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- Policía, dígame.

+ Acaba de desaparecer un familiar. No sabemos nada de ella, y estamos muy preocupados.

Al otro lado de la línea, la voz del policía era calmada.

- Señor, tranquilícese. Necesitamos más información para poder ayudarle. ¿Dónde fue la última vez que la vio y con quién?

El hombre tragó saliva y pasó la mano por el cuello, intentando pensar con claridad.

+ Con su primo, Martin -dijo finalmente con un tono de voz preocupante-. Fue la última persona en verla.

El policía tomó nota de esa información mientras que al otro lado de la línea, la persona que llamaba reflejó una pequeña sonrisa en su rostro mientras observaba como Laura estaba dormida en la cama. Ahora tan solo tenía que esperar y ver como su plan se desarrollaba a la perfección.

[...]

Martin estaba tumbado en el sofá mientras veía las series que emitían esa tarde en FDF. Su mente estaba sumergida en la trama, disfrutando de su día de descanso. De repente, sintió los ruidos de las sirenas. Pensó que pasarían de largo o que irían para ir en busca de su vecino problemático, pero se equivocó.

«Seguro que es una tontería.», pensó mientras ajustaba el volumen de la televisión. El ruido constante de las sirenas le hizo alarmarse. No las escuchó pasar de largo como otras veces, y el sonido se detuvo en frente de su casa.

Sintió unos fuertes golpes en su puerta. Con el nudo en el estómago, Martin se levantó y caminó hacia la puerta de su casa. Cuando abrió la puerta, se encontró a unos agentes de policía. Por una parte estaba tranquilo, no había hecho nada malo, pero por otra le inquietaba.

-¿Martin Urrutia? -preguntó un agente.

-Sí, soy yo.

-Queda usted detenido por la desaparición de Laura Hernández. Tiene derecho a permanecer en silencio, cualquier cosa que diga podrá ser usada en su contra. Tiene derecho a un abogado, si no puede pagar uno, se le asignará uno de oficio.

Martin no comprendía nada, apenas unos instantes estaba viendo una serie en la tranquilidad de su casa, y ahora se encontraba dentro de un coche patrulla por la desaparición de Laura. Veía como todos los vecinos observaban esa escena, escuchaba algunos "pobrecito, ¿qué habrá hecho?".

En la comisaría el ambiente era frío. Las luces parpadeaban, había un constante murmullo de conversaciones entre agentes de policía, y resonaban fuertemente las teclas del ordenador cuando escribían. Martin fue llevado a una pequeña sala de interrogatorios, donde le harían unas pequeñas preguntas.

Minutos que parecieron eternos la puerta se abrió y entró un hombre alto y aparentemente serio. Era el inspector Juanjo, el mejor de toda la comisaría. Había resuelto casos muy complicados y este no iba a ser menos. Su trabajo era resolver casos, pero también era una persona con sentimientos. Cuando vio a aquel jóven sentado en esa silla sintió algo de compansión. A lo largo de su carrera había aprendido a leer a las personas. Normalmente estaba acostumbrado a ver a personas con un aspecto muy descuidado, pero este era totalmente diferente. Camiseta, pantalones y gafas de ver. Los ojos de Martin desprendían seguridad y miedo y desde ese instante, Juanjo supo que ese joven chico era totalmente inocente. Eran muchos años de experiencia y todos los delincuentes coincidían en algo; no miraban a los ojos.

-Soy el agente Juanjo Bona, y voy a ser el encargado de investigar esta desaparición -dijo sentándose en la silla de enfrente. Su voz era firme, pero no agresiva-. ¿Puede explicarme qué ocurrió la última vez que viste a Laura Hernández?

Martin tragó saliva, no estaba muy acostumbrado a estas situaciones.

-Laura es mi prima -empezó con un tono de voz tembloroso-. Estuvimos juntos ayer en mi casa, había discutido con su novio por unos cuernos. Después de un rato se marchó de mi casa y no he vuelto a saber nada de ella. -dijo sinceramente-. Me enteré cuando vinieron los agentes a mi casa que había desaparecido.

Juanjo anotaba en su libreta todo lo que vio más relevante. Analizaba cada gesto y expresión en su rostro. La historia parecía real, muy simple. No había nada que indicara que mentía. Siempre le miraba a los ojos.

-¿Sabes cómo se enteró de la infidelidad?

-Se lo contó su padre -preguntó Martin, después de un pequeño silencio.

-Nos puedes facilitar el contacto de su padre.

-Llevan años sin hablarse -admitió-. No sabemos cómo consiguió su número.

Juanjo lo miró fijamente, intentando buscar algo de mentira en sus palabras. Lo que más le sorprendía es que, a pesar de tratarse de una desaparición, su cabeza se negaba a ver a Martin como culpable. No entraba en sus opciones.

Se levantó de la sala de interrogatorios y se dirigió a su despacho, dejando de nuevo solo a Martin en esa desolada sala. Juanjo se dirigió a su escritorio y revisó el expediente del caso de Laura, buscando cualquier pista que le ayudase a resolver el caso.

Mientras tanto, Martin seguía ahí. Las horas pasaban y la angustia crecía con el paso del tiempo. ¿Quién quería hacerle daño?

-Toma ten -dijo un agente ofreciéndole un café-. Me ha mandado el inspector Bona.

[...]

Martin abrió los ojos de golpe como si hubiera sentido una sacudida en su cuerpo. Parpadeó varias veces e intentó recordar dónde se encontraba.

-¿Qué llevaba ese café? -dijo despertándose mientras tenía los ojos encima del inspector.

-Un relajante.

-¿Para qué me quieres relajar?

-Urrutia, deja las preguntas -dijo autoritario-. El qué hace las preguntas soy yo, no usted.

El sospechoso asintió sin dejar de mirar a los ojos del inspector, cosa que le extrañaba a Juanjo.

-Necesito que te presentes y me digas todo, de nuevo.

-Ya lo hice antes -respondió.

-No me faltes al respeto -replicó Juanjo-. Si yo te lo ordeno, lo haces. -dijo Juanjo alternándose. Ese sospechoso le sacaba de sus casillas y ya estaba perdiendo la paciencia por tanta amabilidad.

-Me llamo Martin Urrutia Hernández, tengo 26 años y soy informático.

-Genial.

-¿Genial? -preguntó sorprendido.

-Eres capaz de borrar y planear algo sin dejar rastro en la red. Pero me encargaré personalmente de descubrirlo, tú no eres mejor informático que mi equipo.

-Yo soy inocente. No tengo nada que ver con la desaparición de Laura.

-Has sido la última persona que la vio, y eso te convierte en el principal sospechoso. ¿Tienes alguna coartada?

-Estuve en mi casa cuando se fue. Eso es todo.

-Localizaremos tu móvil.

La puerta de la sala se abrió y asomó la cabeza su secretario, esperando que Juanjo le indicara que podía pasar.

-Lucas, pase.

-Tiene una llamada para usted.

-Dígale que llame en un rato, que ahora no puedo.

-Es importante, hay un testigo.

Rápidamente, Juanjo se levantó de la silla y cogió el teléfono mientras abandonaba la sala de interrogatorios. No sin antes pedirle a su secretario que vigilara a Martin, se dirigió al pasillo.

-Inspector Bona -dijo al ponerse al teléfono-. Vale, de acuerdo. ¿Estás seguro?

entre la espada y la paredDonde viven las historias. Descúbrelo ahora