Tatoo - Capítulo 3

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Con las expresiones de Ruby, Jorge y Ruth, aparecieron de la nada, debían celebrar la nueva noticia, con una sonrisa desbordante, se unieron a la celebración entre los dos jóvenes, aunque, para David, su presencia, al igual que la sorpresiva revelación de su compromiso, ya eran motivo para una segura discrepancia entre ellos, prefirió no actuar complaciendo sus impulsos.

“¡suegritos, vengan a celebrar con nosotros la gran noticia!”, extendió la mano Ruby, en su rostro, una expresión de satisfacción, bien sabía que David le había pedido ser él, quien les contara, no le importaba, ella, siempre hacía su santa voluntad.

“¡estamos muy contentos, hijos!”, exclamó Ruth, Jorge la secundó, ambos los abrazaron con emoción.
“¿pero y dónde está mi hermanita?”, por ninguna parte, veía a Regina y quería disfrutar su expresión al restregarle en la cara, que se casaría con su hermano, que, en algo, no podía competir con ella, suponía que, precisamente él, no estuviera en la larga lista de hombres, derretidos por su belleza incalculable, ¡bruja!

“se siente mal desde anoche”, soltó David una justificación, quería contarle a ella primero que a nadie, la imprudencia de su novia le arruinó los planes.

“¿le sucede algo a tu hermana, David?”, asustada y preocupada, saltó Ruth.

“un ligero dolor de cabeza”, buscó la mejor solución, sabía que su madre se asustaba cada vez que uno de ellos, tenía algún malestar.

“si es algo serio, imagino que nos lo hagan saber, ¿verdad?”, amenazante, Jorge le dirigió una mirada, estaban acostumbrados a que entre ellos, resolvieran cualquier situación, eran demasiado unidos.

“pierde cuidado, papá”, satisfecho por haber tranquilizado a sus padres regresaron a la escena, la alegría y el júbilo.

“haré una cena especial”, propuso de la nada Jorge, expondría sus mejores dotes culinarias para celebrar el próximo matrimonio de la familia.

“no es necesario que se moleste, señor, puedo invitarlos a un restaurante, esta ocasión lo amerita”, odiaba como nada, la mugrienta casa, donde vivían, ni muerta, aceptaba ni beber agua allí, además, a ella le sobraba el dinero como para rebajarse de esa manera, ¿y el matrimonio?, sí, se casaría así fuera lo último que hiciera, esta era la oportunidad para demostrarle al pueblo entero, que ella, también podía tener un novio apuesto y no solo eso, el más apuesto de todo Storybrooke.

“no tengo deseos de salir, ¿me disculpas, hija?”, cuestionó Ruth con un ligero sentimiento de tristeza en los ojos, en el tiempo que llevaban de novios, esta no era la primera vez, que les hacía el desaire cuando le hacían alguna invitación, y ahora formará parte de la familia, triste.

“no hay problema, suegrita, me llevo al guapote de su hijo y celebraremos este acontecimiento toda la noche, ¿no es cierto, mi amor?”, David, ni hablaba, asintió, “entonces, no se diga más, nos vamos, suegritos”, casi se lleva a su prometido de un alón de orejas, se notaba el desagrado del rubio con las acciones de su novia.

“mi hijo no está feliz, Jorge”, una madre siempre percibía lo que ocurría con su hijo, por mucho que a su esposo esa unión lo alegrara infinitamente, ella no estaba conforme.

“yo lo vi demasiado feliz, Ruth, esas son invenciones tuyas”, en el tema, siempre habían discrepado.

“mejor iré a ver a Regina”, prefirió no profundizar en el tema, así hacía siempre, le dio un besito en los labios y se perdió escaleras arriba, vivían en un departamento sencillo y modesto, pero era su hogar, el lugar donde habían vivido las mejores experiencias, no renegaba de su posición social y económica, “¿hija, puedo entrar?”, ligeramente, tocó la puerta de la habitación, silencio recibió como respuesta, insistió, “¿te sientes bien?”, tampoco le respondía, debía estar durmiendo, hallaba rara esa idea, tal vez no se equivocaba, con cautela, tomó la manilla y abrió la puerta, había demasiada oscuridad, las ventanas estaban cerradas impidiendo el paso de la claridad del día y los rayos del sol, caminó unos pasos para tropezarse con la cama, donde, efectivamente, su hija dormía una reparadora siesta, dio la vuelta por la orilla de mueble sin rozarlo siquiera para observarla aunque fuera en la oscuridad, sonrió al verla respirar tan pacíficamente, se mantuvo allí unos minutos y se marchó, estaba leyendo un libro cuando escuchó el alboroto de Ruby, mejor continuaba con su pasatiempo favorito.

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