CAPÍTULO 01

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••Pecados Capitales••

NARRADOR OMNISCIENTE

Muchos años atrás.

Cuando una herida se abre, el dolor persiste por un tiempo hasta que comienza a sanar, dejando solo una cicatriz; por más bien que se vea, quedará esa marca para siempre y no desaparecerán los recuerdos.

Y eso es algo que va aprender el heredero de la mafia alfa, hijo del gran Dwayne Blackwood y la icónica Lucinda Lucier. Ambas figuras aman demasiado a su hijo como para no querer lo mejor para él.

Una forma de amar algo retorcida y equivocada, pero no lo ven así. Los dos piensan diferente y uno tiene más peso y voto que el otro.

—Podemos criarlo como una persona normal. Después de los 18 le enseñarías todo lo que tiene que ver con el puesto...—Lucinda trata de que su esposo razone.

—Él debe ser mil veces mejor que yo. Mil veces mejor que...

—Tu odio hará que Herodes te odie. ¿Está dispuesto a que te odie con tal de que sea una abominación y terror para todos? —increpa molesta.

Su esposo pasa saliva y respira hondo.

—Estoy dispuesto a soportar su odio. No me importa. Debe ser mejor de lo que espero.

Por el hecho de ser el siguiente al puesto de líder, deben seguir la tradición de la familia y criarlo con reglas y obligaciones inhumanas.

Al nacer, pasó solo cierto tiempo en los brazos de su padre, escasos momentos ya que según las reglas más antiguas y esas que no se usaron durante la preparación de Dwayne, él las implementará; mientras menos calor fraternal reciba, se irá acostumbrando a la ausencia de muchas cosas que normalmente son importantes para un bebé, pero él no es cualquiera y para su suerte, su madre se vio mal después de dar a luz.

Aunque Lucinda quisiera tratarlo como alguien normal, no puede, al pasar las semanas, debe dejarlo la mayoría del tiempo en su cuna o carriola, haciendo caso omiso a los llantos o quejas de su pequeño hijo quien no recibía juguetes o algo para distraerse. No es fácil para ella, pero su esposo es el actual Alpha y lo ha dejado claro hasta en la relación y desde el momento en que nació "su primer hijo y descendiente de la familia". Esto le suma más peso a su cargo.

Según las reglas, solo a partir de los 5 años tendrían que empezar a privarlo del afecto y cosas cotidianas. Tal tema, era lo que los tenía discutiendo en un momento fuerte de su matrimonio.

—Estás exagerando —reclama ella, negándose a seguir.

—Cállate, cariño. Mejor empezar desde ahora.

—No tiene ni siquiera un año...—las lágrimas invaden su rostro tras la impotencia que tiene de no poder cargar a su hijo quien no deja de llorar; está demasiado rojo y con los labios casi morados— ¿No te duele verlo llorar?

Con una ceja enarcada, le brinda una rápida mirada al diminuto ser que está en su cuna, removiéndose con afán.

—Dale un biberón...—ordena—. Ni se te ocurra darle pecho. Se acostumbrará y es lo que menos queremos.

—Eres el único que no quiere eso —espeta ella, al borde de la rabia—. ¡Estás exagerando, maldita sea!

Le lanza una mirada envenenada, y no es lo único, una bofetada muy fuerte la hace retroceder, impactada y dolida de que sea la primera vez en la que él le pone una mano encima.

Sin arrepentimientos o ganas de discutir, porque él piensa que perdería su tiempo, se sacude las manos.

—Me estás hartando, Lucinda. Solo dale el maldito biberón y deja de hacerte la débil al verlo así.

GÉNESIS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora