10♧:Yo y mi buena suerte para buscarme lios.

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Llego a casa. La abuela y Do- Yun están en esta. Paso apresurada hasta mi habitación sin que se enteren de mi llegada —como siempre —. Cierro la puerta a mi espalda y saco de mi mochila a aquel pequeño conejito. Pienso como curarlo ya que está muy débil, pero la verdad no se cómo.

Un bombillo se enciende en mi cabeza y decido llamar a los gemelos.

Un rato más tarde, los tres parados frente a mi escritorio pensativos, miramos al conejo. A ninguno les viene ideas a la cabeza.

—Y si... No, mejor no —trata de aportar algo James.

De momento me sobresalto en mi lugar.

—¡Tengo una idea! —hablo —.Primero busquemos agua, una manta, desinfectantes, dos trozos de madera pequeños y... una gaza.

Asienten y empezamos a buscar lo que sugerí.

Acercamos los objetos que debemos usar y poco a poco hago tipo un yeso para la pata del pequeño.

Soltamos un bostezo.

—Bueno chicos, esto ya quedó
—hablo —, solo falta arreglarle un lugar donde pueda dormir...

James sonríe.

—Podemos acomodar unas mantas junto a la estantería.

*****

Después de que mis amigos se fueran, me baño y cambio por un pijama. Bajo las escaleras, todo está en total silencio y oscuridad. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Sacudo la cabeza y me tranquilizo mentalmente. Enciendo la luz de la cocina; tomo un vaso, un plato y cuchara.

Resoplando caliento un poco de ramen en el microondas. Como y me vuelvo a mi habitación.

Tenues rayos de sol se cuelan por el gran ventanal. Poco a poco voy abriendo los ojos y la luz me da de frente. Anoche olvidé  cerrar las cortinas y aquí tengo el resultado. Bostezo y me levanto.

Desayuno y alisto para la maldita escuela. Ahora me encuentro sentada en las gradas junto a mi mejor amiga, viendo como los chicos más guapos y sexys de la preparatoria hacen deportes. Llevo puesto el uniforme de gimnasia al igual que todas las chicas, pero soy muy perezosa por eso no quise hacer ejercicio.

Maggie habla y habla sin parar sobre nombres que ponerle al pequeño y todo eso.

—Podríamos llamarlo... Pelusa, na, mejor... hojita.

Pongo un cara de "me estás tomando el pelo" a lo que ella se percata y explica.

—Puede llamarse pelusa porque tiene mucha lana o puede ser hojita porque cuando lo encontraste estaba débil igual que una hoja.

Niego rotundamente. De verdad a esta le faltan muchos tornillos.

—¿Estás loca? ¿A quién se le ocurre llamar hojita a un conejo?

Hace un puchero.

—Esta vez no me convences —hablo —. Es ridículamente ridículo.

—Esta bien... Bueno pues elije tú —se cruza de brazos —.Conmigo no cuentes. Ve y pregúntale al pesado de mi hermano si te puede ayudar.

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