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En la mansión se respiraba un aire diferente. El olor a cuero, plomo y granito ahora pululaba en el ambiente.

Y, por supuesto, la quietud y sosiego características del hogar de nuestro Capo se esfumaron. Docenas de hombres armados y más de veinte técnicos en armaduras, pistolas y granadas se encontraban sentados en hilera por todo el salón y parte del descansillo.

Caminé repudiando todo el sonoro caminar y malversaciones de las tropas enlistándose. La razón de mi llegada a este descomunal lugar no tenía otra justificación más que ver a mi padre.

Había pasado casi un mes y papá no había tomado descanso por intentar hallar una mínima pista del paradero de los ejecutores de los Morelli.

En tan solo pocos días, mi papá y mi tío Tirso escarbaron hasta lo más profundo en nuestro mundo para poder encontrar la información de que aquellos dos hombres enmascarados eran eso: los ejecutores de su clan. Y aunque ninguna parte de mí se mostró alterada ni mucho menos sorprendida ante esa revelación, no pude apaciguar mi curiosidad por ver el rostro de cada uno.

¿Cómo era posible que no hubiera ni rastro de fotos o imágenes de ellos?

Llegué a una esquina que conectaba con dos pasillos en V. Una puerta entreabierta en el pasillo izquierdo me llamó la atención.

Me dirigí a ella sin pensarlo y me apoyé contra la pared. Eché un vistazo con cautela y el anillo dorado y en forma de león de mi tío me revolcó el estómago. A su lado, parado y tirando de su cabello, se encontraba mi padre. Mi tío estaba sentado en una silla de cuero, sujetando su bastón.

—Has perdido la puta cabeza. Podrían haber matado a Gaela. ¡A mi hija!

—Pudieron, pero no lo hicieron.

El tono de tío era filoso, tan pero tan filoso que entendía el cabreo y frustración de mi papá. Su mirada no temblaba como lo hacía la de mi papá. Y lo que vi en sus ojos no fue nada más que un profundo vacío.

—¿Te das cuenta de lo que dices? ¿Es a esto a lo que quisiste llegar al prohibir a Jennie, tu hija, enamorarse? —rugió mi padre y se puso a cara a cara contra su hermano— Déjame decirte que todo esto nos traerá la ruina.

Mi tío se levantó y, de un solo golpe de su bastón contra el suelo, supe lo enfadado que lo pusieron las palabras de mi padre.

—Mi hija no se casaría jamás con el enemigo. Ella es casta, no mancharía su honor estando con el hijo de Koa.

—Los Morelli nunca fueron un enemigo—lamentó mi padre e hizo una mueca— Tú los hiciste enemigos. No ellos, ni mucho menos nosotros. ¡Tú lo hiciste!

— Cuida el tono— exigió mi tío— No por ser Consigliere te voy a permitir hablarme de esa manera. Deberías besarme los putos pies por todavía no haber concertado un matrimonio para Lisa.

Los ojos de mi padre centellearon en ira. Vi la manera en la que, poco a poco, las venas de sus brazos y cuello casi saltaron de él. Sin verlo venir, tomó con rudeza las solapas del traje de mi tío Tirso y lo sacudió.

—Lisa solo se casará por amor, no por negocios ni mucho menos por tus órdenes. Acordamos eso, Tirso, no me obligues a hacerme olvidar que eres mi maldito hermano—su dedo chocó contra el pecho de mi tío—. Me prometiste que ella sería libre de todo esto.

Tirso sonrió sombríamente.

—Una simple llamada me bastaría para engancharla a uno de los bastardos de mis socios— se soltó del agarre de mi padre, remangó las mangas de su camisa y miró el suelo, como si prestar atención a mi padre fuera una completa pérdida de tiempo—. Sabes lo preciada y codiciada que es Lisa aquí. Sería muy fácil casarla y crear nuevas alianzas.

Violets for guns || LizkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora