Venado

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Martes, 15/03/05


—Me voy, ma—Grité mientras agarraba las llaves y la mochila.

Me tomé el micro porque hoy mi vieja no me podía llevar. Llegué con bastante tiempo al colegio y me encontré con los chicos en la entrada.

—¡Valen! —Sabri corrió a abrazarme cuando me vio, le correspondí con una sonrisa.

—Hola, Sabu—Sonreí aferrada a ella, amaba lo cariñosa que era mi amiga. Cuando nos separamos fui a abrazar a Kiara, mi mejor amiga, y de la misma forma saludé a Marti. Después saludé a Mateo y a Tomás con un beso.

—Tenemos Física ¿no? —Preguntó Matu mientras entrabamos a la institución.

—No, boludo, Biología tenemos—Dijo Kiari, obviándolo.

—Ay, bueno, perdoname, nena—Bufó Mateo en joda.

Entramos riendo, pero al llegar veía que la gente me señalaba y se reía de mí ¿Tenía algo en la cara o en la ropa? Me fijé a ver si me había manchado, pero no, nada.

—Chicos ¿Por qué todos me miran y susurran? —Pregunté incómoda, todos me dijeron que no tenían idea.

—Creo que es esto, Valu—Murmuró Marti cuando entramos a los pasillos, sostenía una foto con una inscripción. En la foto se veía un chico y una chica chapando, a la piba no se le veía la cara, pero miré más de cerca y me di cuenta que el chico no era un cualquiera, era Mati, mi novio. Se me oprimió el pecho en dolor. La inscripción decía "Porcelli agáchate cuando pases por las puertas, no vaya a ser que te golpees los cuernos, venado".

—No, dios—Murmuré al borde del llanto, mi novio me había engañado, algún estúpido se estaba burlando de mí y yo como ridícula desfilaba mis cuernos por todo el colegio.

Empecé a arrancar todos los carteles que habían pegado y los tiré a la basura. Me guardé uno en la mochila.

—Calmate, Val, vamos al baño—Me pidió Kiari, ella sabía que yo iba a romper en llanto y no quería que lo haga en frente de todos.

Mi amiga me llevó al baño casi corriendo mientras íbamos esquivando a la gente que se cruzaba frente a nosotras. Al entrar me miré al espejo y me sentí ridícula, humillada. Me largué a llorar desconsolada tapando mi cara con mis manos, me sentía una pelotuda. Kiara me abrazó con cariño, sentía que sus abrazos me sostenían cuando yo estaba a punto de derrumbarme y me sentía tan débil en ese momento. Me empecé a replantear si me faltaba algo. Nunca me consideré fea, me gustaba mi pelo castaño largo hasta debajo de mis pechos, mis ojos marrones claros y mi delgado cuerpo, tal vez no estaba tan conforme con mi altura, mis brazos o tener el pelo tan lacio que no se me hacía ni una onda, pero no me sentía horrible.

—Mati me cagó—Susurré escondida en su hombro—. Y todo el colegio me está diciendo cornuda ¿Quién me pudo hacer una pelotudez así?

—Yo me doy una idea de quién puede haber sido—Suspiró la rubia, enojada—. El rubio.

—Ese hijo de puta—Bufé separándome del abrazo ¿Cómo no lo había pensado antes? —. Encima vos sos su amiga.

—No me dijo nada, si no te lo hubiera contado—Se lamentó mi amiga—. Igual no hubiera podido detenerlo, ya sabés cómo es el rubio.

—¡Y vos encima le pones apodos! —Me quejé asqueada, en realidad no me molestaba, pero la situación me ponía histérica.

—Perdón, perdón—Se disculpó Kiari—. ¿Qué pensás hacer?

—Decirle a la directora—Me encogí de hombros mientras me secaba las lágrimas.

—Bueno, pero ahora no, tenemos que ir al aula—Dijo la rubia mientras yo me limpiaba la cara con agua.

Dulce CondenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora