Santa Valentina

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Lunes, 21/03/05

—¿Tenés mi ropa? —Guido se me acercó en el aula apenas entré, yo sonreí. Ya habíamos arreglado que se la daría ese día, mientras que yo me había olvidado de siquiera reclamar la mía.

—Sí—Saqué la bermuda de mi mochila y se la tiré a la cara.

—La remera—Ordenó el rubio, yo agarré las tiras de tela que era lo único que había quedado de la prenda y Guido quedó en shock, blanco como un papel—. ¿¡Estás enferma, flaca!? ¡Estaba firmada por el Indio y por Skay! ¡Te voy a matar!

—Esto es para que aprendas que no vas a salir impune cuando me ofendas, soy mujer, no estúpida—Sonreí, gratificada con su enojo. Él me agarró con violencia del brazo con el cual yo estaba sosteniendo las tiras de la remera y se acercó amenazante. El olor de su perfume hizo que me mareara un poco, nunca pude negar que Guido era atractivo, pero sus actitudes hacían que eso fuera insignificante.

—Esto no va a quedar así, te lo aviso, Porcelli—Murmuró muy cerca de mí, tanto que podía sentir su respiración sobre mi boca—. La próxima voy a dejar que te violen, nunca más te ayudo, flaca.

Fruncí la nariz y el rubio me soltó con brusquedad haciéndome retroceder unos pasos ¿Qué le pasaba? ¿Era necesaria esa violencia? Era un mono incivilizado, no sabía comportarse.

—Tratame mal lo que quieras, pero no me toques—Protesté levantando la voz.

—Ajá, me pedís que no te toque, pero te acostaste con ese morocho y con mi hermano en una misma noche—Guido levantó la voz al igual que yo, asegurándose que todos lo escucharan. Se generó un silencio en el aula que nadie se atrevía a romper para no perderse la conversación que manteníamos Guido y yo—. Además, no te olvides que intentaste acostarte conmigo, si no te hubiera parado no sé qué hubieras podido hacer.

—¡Encima mentís, Sardelli! Vos sabés bien que no estuve con nadie anoche—Exclamé, el rubio arrogante ya me había sacado de mis casillas.

—¡Llegó la santa Valentina! Sabés bien que estuviste con ellos, no te hagas la inocente—Guido me sonreía sabiendo que estaba arruinando mi reputación frente a toda el aula, yo lo miraba casi suplicando que parara—. Tranquila, ya todos sabemos que sos una ofrecida, venado.

Entró el profesor y nos mandó a sentarnos, yo me desplomé en mi banco junto a Tomi.

—¿Cuánto cobrás por un pete, venado? —Eso y mil cosas obscenas más eran lo único que escuchaba en los pasillos desde la primera hora. Yo me dedicaba a ignorar todos los comentarios de los desubicados que pasaban e intentaba no llorar de la bronca.

—¡Por eso te gorrean, Valentina! —Gritó un chico mientras reía con su amigo, yo tuve ganas de gritar.

—¡Regalada! —Me gritaron y no pude contener más mi bronca.

—Kia dijo que iba a estar con el grupo de Guido en las canchas de afuera ¿No? —Le pregunté a Marti, quien asintió.

Yo empecé a caminar en esa dirección, apurada. Vi a Guido de espaldas chapando con una minita a la que estaba manoseando toda y empecé a caminar hacia él. Le toqué el hombro, él giró y yo le pegué una piña en la nariz que lo hizo sangrar a borbotones.

—¿¡Qué hacés, enferma!? —Me gritó mientras se ponía una mano debajo de su nariz, sosteniendo la sangre que caía.

—¡Enfermo vos! ¿¡Cómo vas a decir eso en frente de todos!? —Le grité, exasperada por todo el mundo que se la pasaba diciéndome cosas—. ¡Matate, Sardelli!

Y me fui, no sin antes tirarle toda su botella de agua helada en la cabeza.

—¡No te soporto, nena! —Me gritó Guido cuando yo ya estaba a medio camino, me giré solo para levantarle el dedo del medio.

Dulce CondenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora