Confesiones, muchas

117 8 1
                                    

Sábado, 11/06/05

—¿Cómo se siente la bailarina? —Preguntó Guido que entretenía a mi hermana mientras yo la peinaba.

—Nerviosa, y no me trates como si tuviera cinco años, rubio oxigenado—Se quejó Tina, yo me reí.

—Encima de que le quiero poner sentimiento vos me hablás como Valentina, así no, eh—Se quejó de vuelta el rubio, yo los miraba sonriente mientras trenzaba el ondulado pelo de Agus.

Era la gala de mitad de año y, como siempre, yo ayudaba a mi hermana con su peinado y maquillaje. Guido estaba ahí porque nos tenía que llevar y porque habíamos tenido bastante sexo. Yo no bailaba y, aunque no dijera nada, estaba agonizando de dolor, era la última vez de Agus en esa academia y yo no iba a poder bailar con ella una última vez.

—Estoy nerviosa por el solo—Suspiró mi hermana ansiosa, yo suspiré al igual que ella.

—Me encantaría bailarlo con vos, lo sabés—Sonreí, ese solo que tenía Tina era originalmente nuestro dúo—. Me encantaría haber podido bailar una última vez con vos.

—Tranquila que vamos a poder—Soltó de la nada la de ojos miel, yo detuve mi labor.

—¿Qué? —Pregunté, sin entender.

—Nada, olvidate—Pidió la menor negando y tragando duro, nerviosa.

—Ahora explicanos, nena—Acotó Guido igual de confundido que yo.

—Rechacé la academia—Confesó mi hermana, yo abrí a más no poder mis ojos.

—¿Sos estúpida? —Escupí sin filtro—. Agustina, era la oportunidad de tu vida.

—Ya sé, pero no tiene sentido si no podía bailar con vos por última vez, Val, vos fuiste la que me trajo a esto y no me voy a ir sin bailar una última vez con vos—Explicó mi hermana y me dieron ganas de llorar de la emoción y abrazarla, pero a la vez tenía ganas de decirle que era una pelotuda—. Por favor no grites, ya estoy grande como para tomar mis propias decisiones.

—Sí, tenés razón, no me voy a meter—Suspiré terminando la segunda trenza. El peinado consistía en dos trenzas boxeadoras con colita. Le tiré mucho fijador arriba del gel que ya tenía y les puse brillo plateado, así era siempre que bailábamos y la casa terminaba llena de brillo hasta el año siguiente.

—¿Qué decís, Agus? ¿Las espero afuera o las voy a buscar cuando termine? —Preguntó Guido después de un rato en silencio en el que yo sacaba el maquillaje que iba a necesitar.

—En realidad tengo una sorpresita—Sonrió Tina y del bolsillo de su campera sacó una entrada al teatro—. Esto es por todas las veces que me llevaste y me trajiste, aunque no fuera parte del trato, todas las veces que te insulté y por ser tan bueno conmigo.

El rubio hizo puchero y abrazó a mi hermana sonriente—Gracias, enana—Murmuró Guido agarrando su entrada.

—Estás al lado de Valen, no se caguen a trompadas—Pidió—. O en su defecto, no cojan.

—¿Le contaste? —Interrogó el mayor de los tres, rojo de la cabeza a los pies.

—No—Suspiré igual de roja mientras delineaba a Tina.

—Y, convengamos que no son muy silencioso y yo no soy tan boluda—Se encogió de hombros mi hermana.

—Es incómodo hablar de esto con vos, Tina, dejalo así—Suspiré.

Una hora después estábamos Guido, mi familia, amigos de Agus y yo afuera del teatro, esperando a que nos dejen entrar. Iba a ser la primera vez en siete años que iba a ver la presentación y no a bailar. Siete años atrás había estado enferma y con fiebre, entonces mi mamá prefirió que descansara y no bailara. Hice un escándalo esa vez para bailar, aun así, no me dejaron.

Dulce CondenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora