13. Voluntad

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Dain.

Molesto no sería la manera correcta de describir como siento la ira corriendo como lava caliente por mis venas, nunca me a gustado que se metan en mi vida ya que eso ocurría contantemente durante todos los años que viví en casa de mis padres, y, aunque mamá Eleonor siempre me defendía y cubría cuando hacía algo que ellos me habían prohibido, nunca deje de sentirme asfixiado.

Por eso que Adam se haya metido de esta manera en un asunto que ni yo mismo logro digerir me tiene queriendo subir por las paredes de la cafetería. Nunca debió tomarse atribuciones que no le correspondían.

Por otro lado mi hermano se ve fresco e imperturbable después de la intromisión —no requerida—, y es que, se tomó la molestia de viajar desde Londres hasta acá e investigar quien era Annie para venir a decirle sabrá Dios que.

—No tenias… tienes ningún puto derecho de meterte en mi vida —siseo, apunto de perder los malditos estribos.

Adam mantiene su semblante imperturbable al tiempo que alza las cejas con arrogancia y una sonrisa burlona se deslizan en sus labios, sus ojos ámbar iguales a los míos brillan con advertencia.

—Así que ella es la famosa Annie… —suena divertido y sorprendido a partes iguales, y yo siento unas inmensas ganas de asesinarlo.

Mi lado cavernícola que vive dentro de mi se golpea el pecho con ganas de eliminar a cualquier posible amenaza cerca de Annie y ahora Adam es una.

—Eso es algo que a ti no te importa, Adam —espeto, con brusquedad pero sin subir mi tono de voz.

—Ah, ¿no? ¿Estas seguro de eso, Dain? —dice —. Entonces explícame porque tuve que venir a salvarte el culo de una demanda por agresión hacia uno de los alumnos, por de defenderla a ella —pronuncia esa última palabra de forma tan despectiva que estoy a nada darle un puñetazo.

—No la estaba defendiendo—me apresuro a decir, porque Adam podrá ser todo lo que quiera pero no es estúpido por algo es el abogado prestigioso que es.

—No te esfuerces en convencerme —dice, mordaz sin dejar de sonreír —. Te conozco hermano, eres joven y jamás en tu vida haz hecho algo tan imprudente como ahora. Y eso solo me lleva a una conclusión: la estabas defendido. La pregunta es ¿por qué?.

Mi hermano entorna los ojos en mi dirección al tiempo que se inclina en la mesa y coloca los codos sobre ella.

—Eso no te importa. Es mi puta vida y yo decido sobre ella—increpo, sosteniendo su mirada.

Adam rueda los ojos al cielo.

—Claro es tu vida—señala lo obvio —. Pero el chico al que golpeaste iba a demandar y eso nos involucra a nosotros tu familia.

Casi quiero reír cuando la última palabra abandona su boca por lo ridículo y carente de significado que tiene esa palabra para definirnos a nosotros los Campbell.

Por supuesto que había pensado en la posibilidad de que ese hijo de puta de mandara pero tenía un plan de contingencia para resolverlo, mi hermano puede ser un defensor de la ley pero yo soy un genio de la informática y todos tienen cola que le pisen. Claro que no me llevo mucho encontrar algo del pobre diablo que se atrevió a enfrentarme hace un par de noches.

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