Capítulo 5: Alec

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La sombra entre los árboles no desapareció

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La sombra entre los árboles no desapareció. Por un momento pensé que era mi mente jugándome una mala pasada, pero ahí seguía, inmóvil, observando. El aire en mi habitación se tornó pesado, y aunque no había viento afuera, las hojas en los árboles crujían como si algo se deslizara entre ellas. Sentí un escalofrío recorrerme la espalda. Me levanté de la cama, intentando sacudirme la sensación de ser vigilada, pero mi cuerpo no respondía del todo. Era como si mi instinto me gritara que me quedara quieta, que cualquier movimiento podía atraer aquello que estaba esperando en las sombras. Mis dedos rozaron el diario de mi abuela sobre la mesa de noche. Un pensamiento cruzó por mi mente: ¿Será esto lo que están buscando? Intenté tranquilizarme, pero entonces, un sonido agudo cortó el silencio, como un susurro que venía de todos lados y de ninguno a la vez. Corrí hacia la ventana y la abrí de golpe, respirando hondo el aire frío de la noche. La sombra ya no estaba. Pero la sensación... esa sensación seguía pegada a mi piel, como si el peligro hubiera entrado en la casa conmigo. Me senté al borde de la cama, respirando profundamente. El agotamiento del entrenamiento con Alaria era evidente, pero algo más profundo, algo que había despertado dentro de mí, no me dejaba descansar. Esto apenas comienza, pensé. Después de varias horas dando vueltas en la cama, al fin me quedé dormida y pude descansar algo.

A la mañana siguiente, desperté sintiendo el peso del cansancio acumulado. Pero no había tiempo para detenerme. La escuela esperaba y a pesar de todo lo que sucedía, tenía que mantener las apariencias. Me vestí rápidamente y bajé las escaleras, intentando ignorar las preguntas que no dejaban de rondar mi cabeza. Durante el trayecto a la escuela, todo parecía seguir como cualquier otro día, pero yo ya no me sentía igual. El entrenamiento con Alaria me había abierto los ojos a un mundo que apenas comenzaba a comprender. ¿Cuántos más en este mundo vivían ignorando lo que realmente estaba sucediendo?

Cuando llegué, encontré a Reb esperándome en la esquina de siempre. Su sonrisa radiante me reconfortó, una pequeña señal de normalidad en medio de mi caos interior.

—¡Lis! ¿Estás bien? —preguntó, como si hubiera notado algo raro en mí.

—Sí, solo fue una noche difícil. Ya sabes, sueños extraños —mentí, intentando sonar casual.

Reb asintió, pero sus ojos se entrecerraron levemente, analizándome de una manera que no pude evitar notar. No era solo curiosidad; parecía estar buscando algo. Su mirada se mantuvo fija en mí por unos segundos más de lo normal, lo suficiente como para hacerme sentir un leve escalofrío. ¿Acaso sospechaba de algo? La sensación me incomodó, pero no le di oportunidad de preguntar más y cambié rápidamente de tema. El bullicio típico de los estudiantes llenaba los pasillos, aunque esa mañana había un murmullo especial. Se rumoreaba que un nuevo estudiante había llegado, algo poco común a mitad del semestre. Pero no le presté mucha atención hasta que lo vi. En el patio, un chico alto, con cabello oscuro y ojos intensos, se apoyaba contra una de las paredes, como si estuviera tratando de orientarse. Su presencia destacaba. Había algo en su manera de moverse que me hizo detenerme un momento.

—Ese debe ser el chico nuevo —comentó Reb, señalándolo disimuladamente.

Asentí, pero no dije nada. No estaba segura de por qué me llamaba tanto la atención. Lo observé de reojo durante toda la mañana, hasta que finalmente lo vi en clase de historia. Se presentó como Alec, con una voz tranquila y segura, mencionando que había llegado al pueblo por el trabajo de sus padres y que se encontraba ahora viviendo en la casa de su tio. Parecía amigable, pero en sus ojos se escondía una calma poco común, como si supiera más de lo que estaba dispuesto a decir. Durante la clase, el profesor comenzó a hablar sobre las antiguas civilizaciones y sus creencias en lo sobrenatural. Un tema que, naturalmente, siempre captaba mi interés. Para mi sorpresa, Alec levantó la mano, interesado en el mismo tema. Hizo preguntas que revelaban un conocimiento más profundo de lo que era normal para alguien de su edad.

—¿Es cierto que esas creencias todavía influyen en las prácticas modernas? —preguntó Alec, captando la atención del profesor y de varios estudiantes.

El profesor lo miró, sorprendido, y asintió.

—Sí, definitivamente. Las antiguas tradiciones tienen raíces en esas creencias. Es algo fascinante de estudiar.

Me volví hacia Alec, sintiendo una extraña conexión. Había algo en él que me inquietaba y al mismo tiempo, me intrigaba. Cuando la clase terminó, Alec se acercó a mí, con una sonrisa tranquila.

—Hola, soy Alec —dijo, extendiendo su mano—. Vi que te interesaste en lo que dijo el profesor. ¿Te gusta la magia y la historia?

Le devolví la sonrisa, aunque aún algo reservada.

—Sí, es algo que siempre me ha llamado la atención. Es raro encontrar a alguien que comparta esos intereses.

—A mí también me parece fascinante —respondió, con una expresión genuina—. He vivido en muchos lugares y cada uno tiene sus propias leyendas. Mi tío es un apasionado del tema, y siempre me cuenta historias extrañas.

Sentí curiosidad por su historia, pero no quería parecer demasiado interesada, así que cambié de tema. La conversación con Alec fue más ligera de lo que esperaba y cuando me despedí de él, una parte de mí sabía que no era coincidencia que hubiera llegado justo ahora.

Después de las clases, fui a entrenar con Alaria, ansiosa por profundizar en la canalización de mis poderes. Las sombras en mi mente todavía susurraban y estaba decidida a enfrentar cualquier desafío que se presentara. Fue entonces cuando decidí sacar el reloj de bolsillo antiguo de mi bolso. El metal frío en mis manos parecía vibrar, como si guardara una energía propia. Me concentré en él, cerrando los ojos y recordando las instrucciones de Alaria. Sabía que solo debía dejar que la magia fluyera a través de mí. De repente, sentí un tirón familiar en mi pecho. Abrí los ojos y el entorno cambió. Estaba en un claro iluminado por la luna en el otro mundo, y la presencia de Alaria se hizo palpable a mi alrededor.

—Perfecto, has llegado —dijo Alaria, con una sonrisa. Su voz resonaba en la noche como un eco.

Comenzamos el entrenamiento de inmediato. Esta vez, Alaria me guió a través de ejercicios que me empujaban a explorar los límites de mis poderes. Con cada intento, la energía dentro de mí se intensificaba, y comprendía cada vez más cómo debía utilizarla.

—Intenta crear una esfera de luz —me indicó Alaria, su mirada fija en mí.

Concentré toda mi energía en mis manos, cerrando los ojos para bloquear las distracciones. Sentí cómo la magia se acumulaba y al abrir los ojos, una esfera brillante danzaba entre mis palmas.

—¡Bien hecho! —exclamó Alaria, su aliento un susurro de emoción.

Pero, en el fondo, sabía que cada logro venía con su propio desafío. Aunque estaba avanzando, la sombra que había sentido en mi habitación esa noche seguía presente, como un recordatorio constante de que había mucho más en juego. Finalmente, después de varias horas de entrenamiento, el agotamiento se hizo evidente. Pero, antes de regresar, quise practicar un último hechizo. Extendí las manos, tratando de crear una barrera mágica.

—Confía en tu instinto, Lis. No fuerces la magia —me recordó Alaria.

El aire a mi alrededor se electrificó. En un instante de claridad, lancé mis manos hacia adelante. La barrera brilló en un resplandor azul, pulsando con energía. Pero, en el mismo momento, una perturbación la atravesó, haciendo que la esfera se desvaneciera.

Alaria frunció el ceño. Sabía que algo no estaba bien, pero me mantuve firme.

—No todos los portales serán fáciles de cerrar, pero al menos has dado el primer paso. Ahora, vuelve.

En un parpadeo, el claro se desvaneció y me encontré de nuevo en mi habitación, el reloj aún en mis manos. Miré a mi alrededor,la sensación de que estaba siendo observada regresó, pero esta vez, no era solo miedo; era determinación. 

"Lis :La Última Hechicera"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora