Ecos Bajo la Luna

1 0 0
                                    

Bajo la luna pálida y distante, 
se dibujan las sombras de un amor perdido, 
un eco de lo que alguna vez fue, 
ahora desvanecido en la bruma del rechazo. 
Tu mirada, fría como la noche sin estrellas, 
cruzó mi alma con el filo de la indiferencia, 
dejando heridas que ni el tiempo sanará, 
marcas imborrables en el tejido del cariño.

Te amé con la intensidad del sol naciente, 
con la devoción que solo el verdadero amor conoce, 
pero en la frialdad de tu despedida, 
encontré el abismo donde mis sueños cayeron. 
La luna, testigo silente de nuestro adiós, 
refleja la tristeza de un corazón roto, 
mientras las estrellas se esconden, 
temerosas del dolor que emana de mi ser.

El rechazo, una sombra que se alarga, 
desplaza al amor que una vez floreció, 
y en su lugar queda solo la desolación, 
un campo árido donde nada crece, 
donde el cariño se marchita, 
y la muerte de lo que fuimos 
se convierte en la única verdad.

Pero, aun en esta noche de luto, 
bajo la mirada vigilante de la luna, 
siento la presencia de lo que fue, 
un susurro de amor que se niega a morir. 
El cariño que nos unió, aunque desvanecido, 
pervive en las cenizas de nuestra historia, 
una llama tenue que desafía a la muerte, 
que lucha por un último aliento.

Recuerdo cuando la luna era nuestra confidente, 
cuando su luz nos bañaba en promesas susurradas, 
y nuestras manos, entrelazadas en la penumbra, 
escribían versos de un futuro que no llegó. 
El amor florecía en cada sonrisa, 
y el cariño, como un río, fluía sin esfuerzo, 
alimentando la tierra fértil de nuestras almas, 
donde cada semilla brotaba con fuerza y pasión.

Pero el rechazo, como un viento helado, 
arrancó de raíz todo lo que plantamos, 
dejando tras de sí un desierto de recuerdos, 
donde las flores se marchitaron en silencio, 
y el agua se evaporó bajo el sol implacable 
de tus palabras, duras y finales. 
La luna, que una vez nos bendijo, 
ahora ilumina las ruinas de lo que fuimos, 
un reflejo pálido de un amor que ya no existe.

Y, sin embargo, en este paisaje desolado, 
donde la muerte parece habitar, 
siento que el amor no ha desaparecido del todo. 
Es un espectro, una presencia etérea, 
que vaga entre los restos de nuestras promesas, 
buscando un lugar donde pueda descansar. 
El cariño, aunque herido y debilitado, 
aún respira en los rincones más oscuros, 
como un fuego que se resiste a apagarse.

La luna, constante en su ciclo eterno, 
me recuerda que la muerte no es el final, 
que todo lo que muere puede renacer, 
si se le da tiempo, si se le da espacio. 
Y así, bajo su luz serena, 
acepto el duelo por lo que hemos perdido, 
pero también abrazo la esperanza 
de que, algún día, en algún lugar, 
el amor encontrará un nuevo hogar, 
y el rechazo, que hoy nos separa, 
será solo un capítulo en una historia más grande.

Porque la luna, en su sabiduría silenciosa, 
me enseña que el amor es más fuerte que la muerte, 
que las sombras del rechazo son pasajeras, 
y que, al final, el cariño prevalecerá, 
siempre buscando la luz, 
siempre volviendo a nacer.

La Ruta del Hilo Rojo:Poemas de Amor, Dolor y EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora