Una Estrella Rodeada de Sombras

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Brillabas como una estrella en la noche más oscura, 
resplandeciente en un firmamento lleno de sombras, 
pero sabíamos, aunque lo negábamos, 
que tu luz era más intensa cuando el final se acercaba. 
Tu risa, un eco lejano de tiempos felices, 
se convirtió en un susurro apenas perceptible, 
como el último aliento de una vela 
que lucha por mantenerse encendida 
antes de sucumbir al manto de la oscuridad.

Nuestra amistad fue un refugio en medio del caos, 
un faro en la tempestad de la vida, 
pero no pudimos ver las grietas en tu alma, 
el dolor que ocultabas tras sonrisas cansadas. 
Los recuerdos de días compartidos, 
de risas y confidencias bajo cielos estrellados, 
se tornan ahora en fantasmas de lo que fue, 
sombras que persiguen mi conciencia, 
recordándome lo que no pude salvar, 
lo que se perdió en el abismo de tu tristeza.

La muerte llegó, silenciosa e implacable, 
como una sombra que devora la luz, 
llevándote a un lugar donde no puedo seguirte, 
dejando tras de sí un vacío que nada puede llenar. 
Tu partida fue un golpe seco, 
un recordatorio de la fragilidad de la existencia, 
y de la intensidad con la que brillan 
aquellos que están a punto de apagarse, 
como una estrella que se despide del universo 
con un último destello de gloria.

El suicidio, esa palabra amarga, 
es ahora una herida abierta en mi memoria, 
una pregunta sin respuesta, 
una sombra que oscurece mis días. 
¿Por qué no vi las señales? 
¿Por qué no te sostuve cuando más lo necesitabas? 
El dolor es un compañero constante, 
una sombra que no se aparta de mi lado, 
recordándome que en cada sonrisa perdida 
se oculta un océano de sufrimiento.

Pero en medio de esta oscuridad, 
aún queda un rastro de luz, 
el brillo fugaz de una estrella que se niega a morir. 
Tus recuerdos, aunque dolorosos, 
son también un legado de amor y amistad, 
una luz que me guía en la penumbra, 
que me recuerda que, aunque te hayas ido, 
tu esencia sigue viva en cada uno de nosotros, 
en cada lágrima que derramamos, 
en cada risa que compartimos en tu nombre.

Las sombras pueden ser profundas, 
pero no son impenetrables. 
En algún rincón de este dolor infinito, 
sé que encontraré la fuerza para recordar 
no solo tu final, sino todo lo que fuiste, 
todo lo que nos diste en vida. 
Porque aunque una estrella se apague, 
su luz sigue viajando por el universo, 
tocando corazones, iluminando caminos, 
y aunque el dolor de tu partida sea inmenso, 
la esperanza de que tu luz nunca se extinga 
es lo que me mantiene en pie.

Bajo este cielo donde las estrellas brillan, 
me permito recordar los momentos que compartimos, 
los días de amistad y risas, 
y aunque las sombras del dolor y la muerte 
amenacen con envolverme, 
me aferro a la luz que dejaste atrás, 
a ese último destello que fue tu vida, 
y en cada recuerdo, en cada pensamiento, 
encuentro un rayo de esperanza, 
una promesa de que, aunque te hayas ido, 
tu luz nunca se apagará completamente.

La Ruta del Hilo Rojo:Poemas de Amor, Dolor y EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora