Siete: El Miedo De Perderla

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Valtor

Estoy mirando por la ventana hacia la casa de Lidian cuando veo a Rosa entrar con una bolsa de regalo. "Será su cumpleaños", susurro en medio de la fría oscuridad. Sin moverme de mi lugar, veo salir a Lidian con un hermoso vestido negro. Camina junto a su amiga y detallo el vestido, dándome cuenta de que no solo es negro, sino que se ajusta a su cuerpo como una segunda piel y es tan corto que apenas cubre su hermosa figura.

Mientras camina, el vestido comienza a subir y ella intenta bajarlo para cubrir más piel, pero el vestido de mini piel no cede. Cuando llegan a la acera, Lidian mira hacia mi casa y, asustado, me hago a un lado de la ventana. Mi corazón late con fuerza por el miedo a que ella me haya visto. Cuando escucho a las chicas alejarse, me coloco frente a la ventana nuevamente.

Me paso una mano por el cabello antes de irme y sentarme en el sofá, donde mi gato viene hacia mí. Mientras lo acaricio, hablo en voz alta para mí mismo: "Sé que esto no debería ser así, sé que esto está mal. Estoy afectando mi trabajo por la atracción que ella me genera".

Pero hay algo que me dice que no le muestre la verdad. El hecho de tener solo un año para saldar el trato lo hace más complicado, y el que yo me sienta tan atraído por ella lo complica aún más. Un par de horas después, vuelvo a mirar por la ventana, pero ella no ha llegado y yo me siento desesperado por verla, por saber que está bien. "No tardará, Valtor, deja que se divierta".

Media hora después, la ansiedad se apodera de mí y salgo hecho un manojo de nervios hacia donde siento que ella está. Recorro fiestas particulares, cantinas, restaurantes hasta que la encuentro en lo que parece ser un antro de mala muerte muy alejado de la ciudad. Cuando intento pasar, el cadenero me lo impide diciendo que mi vestimenta no es la adecuada. Me miro y no encuentro nada de malo, pero un par de chicas salen en mi defensa.

– Déjelo pasar, él viene con nosotras -dicen.

El cadenero pone mala cara, pero al fin me deja pasar. Una de las chicas me toma de la mano y me guía a una esquina donde me pega contra la pared e intenta besarme. Yo giro la cara hacia un lado.

– Quitate  -le digo.

Alguien grita, activando todas mis alarmas instantáneamente. Sin preocuparme por la fuerza que ejerzo, hago a la chica a un lado y me voy en busca de mi "droga", porque Lidian es una droga que me tienta para que la consuma.

Sigo escuchando los gritos que me llevan a una sala privada. Intento entrar, pero al parecer tiene puesto el seguro. Me alejo unos pasos y me impulso para patear la puerta. Esta cede a la primera.

En cuanto entro, me encuentro con la peor escena imaginable: Lidian desnuda, apenas cubierta por unas pequeñas bragas de hilo, sobre el suelo y puesta en cuatro. Varios hombres la rodean.

– Oye, amigo, lárgate de aquí -me dice uno de ellos.

La rabia me hace querer asesinarlos, pero en cuanto escucho a Lidian llorar, el sentimiento de protección me supera y las ganas de querer sacarla de este lugar se vuelven insuperables. Me quito la camisa, ignorando al animal que sigue hablando, y camino hacia el centro del pequeño cuarto. Mi imagen ante ellos cambia: ya no soy el hombre atractivo, sino la bestia que los atormentara toda su maldita vida, incluso después de ella.

Ayudo a Lidian a ponerse en pie y le coloco mi camisa. Ella no pone resistencia. Salgo con Lidian en brazos. Los hombres no dicen nada, y yo no pienso malgastar mi tiempo viendo sus caras de horror. Ya llegará el momento de arreglar cuentas con este grupo de animales.

Voy caminando con Lidian aun en mis brazos cuando alguien me golpea la espalda.

– Oye, ¿dónde crees que la llevas? Aún no ha terminado de trabajar -me dice.

Me giro mostrándole una mirada amenazante que la deja pálida antes de irme del lugar.

Cuando llegamos a su casa, Lidian ya se ha quedado dormida. Sin despertarla, entro con ella en brazos y subo a la segunda planta, dejándola con mucho cuidado sobre su cama. Después, busco entre su ropa un vestido que, después de limpiarle la cara con un pañuelo, le pongo. Una vez vestida, la arropo con las cobijas.

Estoy por irme cuando el miedo de que le hagan algo me invade, así que cambio de opinión y mejor me quedo vigilándola mientras duerme. No puedo evitarlo, si algo le pasa, mi corazón va a romperse. Ella ya no es solo mi trabajo, sino que también es mi droga que me obliga a desear haberla conocido por otras circunstancias.

La Maldición Del Tesoro Donde viven las historias. Descúbrelo ahora