tú me enloqueces +18

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En la opulenta fiesta organizada por Lady Danbury, el esplendor de los candelabros dorados bañaba el salón en una luz cálida y acogedora. El murmullo de la alta sociedad llenaba el aire, y los invitados, ataviados con sus mejores galas, conversaban animadamente entre copas de champán y platos de exquisita comida. Violet Bridgerton, con su cabello castaño recogido en suaves ondas y un vestido de terciopelo azul que realzaba su elegancia, se movía con gracia entre los presentes. Portia Featherington, con su cabello rojo brillante como un rubí y un vestido verde esmeralda que acentuaba su figura, la seguía a unos pasos de distancia, lanzándole miradas discretas que hablaban de un secreto compartido.

A medida que la velada avanzaba, Violet y Portia intercambiaron miradas furtivas, llenas de un amor oculto pero palpable. La atmósfera festiva parecía una cortina que ocultaba su relación, una danza de gestos sutiles y sonrisas apenas contenidas. Pero para Portia, las palabras hirientes de las otras damas de la sociedad habían comenzado a pesar demasiado. Los rumores y las críticas sobre su apariencia la habían herido profundamente, minando su confianza.

Finalmente, Violet, notando la tristeza en los ojos de Portia, decidió que necesitaban un respiro del bullicio social. Con un gesto decidido, la tomó de la mano y la condujo hacia un rincón apartado de la mansión, una habitación elegante pero discreta, decorada con tapices florales y un mobiliario de madera oscura. La puerta se cerró con un clic suave, y el ruido de la fiesta se desvaneció, dejándolas en un refugio de silencio y calma.

Portia se apoyó contra una de las paredes, sus ojos azules reflejando la angustia que sentía. Violet se acercó lentamente, sus pasos suaves sobre el suelo de parquet, y tomó las manos de Portia entre las suyas. El contraste entre su piel clara y la de Portia parecía resaltar aún más el dolor que la atormentaba.

-He oído a las otras señoras hablar -dijo Portia con voz temblorosa-. Sus comentarios crueles sobre mí, sobre mi apariencia. Me siento tan insegura, como si cada palabra fuera una daga en mi corazón.

Violet, con una expresión de profundo amor y empatía, alzó la mirada hacia los ojos de Portia. En el espacio íntimo de la habitación, el ambiente se volvió más denso, cargado de una intensidad emocional palpable.

-Dicen que los ojos nunca mienten -murmuró Violet-. Entonces, mírame, y descubre cuánto de ti habita en mí. Mira a través de ellos, y escucha lo que mi corazón grita en silencio para ti.

Portia, sintiendo la sinceridad en la voz de Violet, la miró fijamente. Los ojos de Violet, de un azul más oscuro que el cielo nocturno, parecían reflejar no solo la luz de las velas, sino también el amor incondicional que sentía por ella. Portia notó cómo esos ojos brillaban con una intensidad cálida cada vez que la miraba, cómo se iluminaban con una devoción que superaba las palabras.

-Fíjate en su luz que nace al verte -continuó Violet-, en la quietud que reflejan cuando compartimos una sonrisa. Mis ojos son espejos que no saben ocultar; en ellos se dibuja la devoción que no encuentra palabras, el deseo de que sepas lo que ni la voz puede expresar.

Portia se sintió abrumada por la intensidad de la mirada de Violet. El dolor y la inseguridad que la habían atormentado comenzaron a desvanecerse, reemplazados por una sensación de pertenencia y amor profundo. La luz en los ojos de Violet parecía abrazarla, rodeándola con un calor reconfortante que la hacía sentir segura y apreciada.

Sin mediar más palabras, Violet acercó su rostro al de Portia. La cercanía de sus cuerpos y el calor compartido hicieron que el mundo exterior desapareciera por completo. Sus labios se encontraron en un beso apasionado, un encuentro que hablaba de años de amor y de un deseo que trascendía las barreras sociales. La suavidad del beso fue reemplazada por una intensidad creciente, una pasión que parecía desafiar las normas impuestas por la sociedad.

Violet & PortiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora