trece

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Después de sellar su amor con un beso, Hongjoong y Seonghwa se hicieron novios oficialmente. Esa tarde, Seonghwa decidió acompañar a Hongjoong hasta su casa. Caminaban juntos, sus manos entrelazadas, disfrutando de la compañía del otro sin necesidad de palabras. El simple hecho de estar juntos, de saber que eran importantes el uno para el otro, era suficiente para llenar el silencio con calidez y amor.

Al llegar a la puerta de la casa de Hongjoong, se despidieron con una sonrisa, con la promesa implícita de verse al día siguiente en la escuela. Seonghwa observó cómo Hongjoong entraba en su casa antes de girarse y comenzar a caminar hacia la suya. El camino de regreso estuvo lleno de pensamientos felices, de cómo había cambiado su vida en tan poco tiempo, de cómo alguien como Hongjoong había logrado romper las barreras que él mismo había levantado.

Pero todo ese bienestar se desvaneció en cuanto llegó a casa. Lo primero que notó fue el silencio abrumador que llenaba cada rincón. No le dio demasiada importancia en un primer momento, pensando que quizá su padre había salido o estaba ocupado en otra parte de la casa. Sin embargo, al subir a su habitación, se encontró con una sorpresa que le hizo el corazón saltar al pecho.

Su padre estaba allí, esperándolo, sentado en la cama, con una expresión oscura en el rostro que le heló la sangre a Seonghwa. Esa mirada no presagiaba nada bueno, y de inmediato, un mal presentimiento lo envolvió.

-Papá... -intentó decir, su voz temblorosa, pero no pudo continuar.

-Así que... ¿te gustan los chicos? -la voz de su padre era baja, pero cada palabra estaba cargada de veneno y resentimiento.

Seonghwa se quedó sin palabras, su mente retrocediendo frenéticamente, tratando de entender cómo su padre podía saberlo. Y entonces, en un segundo de claridad, lo comprendió: su padre los había visto en el parque, había sido testigo del beso entre él y Hongjoong.

-Papá, yo... -intentó explicar, pero no tuvo oportunidad.

El hombre se levantó bruscamente, lanzando palabras llenas de odio y desprecio.

-¡No quiero excusas! ¡Eres una vergüenza! -gritó su padre, acercándose a él, los ojos encendidos de furia. Cada palabra era como una cuchillada en el corazón de Seonghwa, pero lo peor aún estaba por llegar.

Sin previo aviso, el primer golpe cayó, fuerte y sin piedad. Seonghwa retrocedió por el impacto, pero no hizo ningún esfuerzo por defenderse. Simplemente se quedó allí, recibiendo cada golpe, cada insulto, como si fueran castigos que merecía. En su mente, una parte de él se repetía que debía ser fuerte, que no debía dar señales de debilidad, que cualquier cosa que dijera solo empeoraría la situación.

Sin embargo, su silencio, su falta de reacción, solo enfurecía más a su padre. Los golpes se hicieron más duros, las palabras más crueles. Pero Seonghwa, con los ojos cerrados, se aferraba al pensamiento de Hongjoong, a la calidez de su amor, tratando de encontrar consuelo en medio de la tormenta que se desataba en su propio hogar.

Finalmente, su padre se detuvo, agotado, su respiración pesada. Seonghwa apenas podía mantenerse en pie, pero no emitió ni un solo sonido, ni una sola lágrima cayó de sus ojos. Sabía que eso solo provocaría más ira. Pero en su interior, se sentía roto, destruido, como si todo lo que había construido con Hongjoong estuviera a punto de desmoronarse.

Después de soportar los gritos de su madre, quien al enterarse por su padre de lo ocurrido en el parque no hizo más que llenarlo de insultos y reproches, Seonghwa sintió que no podía permanecer un minuto más en esa casa. El aire se volvía denso, sofocante, y cada palabra de odio que escuchaba lo hundía más en un abismo del que no sabía si podría salir. Así que, en la oscuridad de la madrugada, salió de su hogar, sin rumbo fijo, dejando atrás todo, como si con cada paso pudiera desprenderse del dolor que lo consumía.

Eclipse | SeongJoongDonde viven las historias. Descúbrelo ahora